REFLEXIÓN DEL DOMINGO XXXII ORDINARIO


TESTIGOS DE LA RESURRECCIÓN
2 Mac 7,1-2.9-14; Sal 16; 2 Tes 2,16-3,5; Lc 20,27-38
XXXII domingo ordinario, ciclo c
6 de noviembre de 2016

Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario

Diócesis de Tuxpan

Las lecturas de este domingo, por una parte, hay que ubicarlas en el marco de las festividades de todos los santos y de los fieles difuntos, que acabamos de celebrar. También al casi término del año litúrgico “c”, así como al final de los tiempos y del fin personal. De ahí que los temas son: vida, muerte y resurrección.

Las lecturas son adecuadas para tomar conciencia sobre el verdadero significado de la vida después de la muerte. Y a la vez es oportuno preguntarse ¿Quién realmente se interesa por creer en la resurrección?.

Los saduceos testigos de sus intereses.

Los saduceos son sacerdotes y dicho oficio no es por vocación como en la actualidad, sino por pertenecer a esa familia. Existe la familia sacerdotal de Leví, pero también la familia sacerdotal de Aarón, así que todo hijo nacido en estas familias, sus funciones eran sacerdotales. De la familia de Aarón hay un sacerdote llamado Sadoq y de aquí provienen los saduceos que pertenecen a la aristocracia y niegan la resurrección de los muertos.

Estos realizan sus actividades en el Templo, el cual simboliza la unidad de Israel y tienen un poder inmenso por los ingresos económicos y por estar asociados a los herodianos (partidarios de Herodes). Ellos hacen alarde de sus habilidades para mantener contentos al imperio romano, a su misma gente y a Herodes.

Por tanto, la fe no les interesa mucho, los privilegios que se obtienen por medio del poder político, religioso y económico es para ellos la verdadera vida y por lo mismo no dejan entrar a nadie.
Por tanto, la resurrección es rechazada por ser una noticia que se cree que después de esta vida habrá “verdadera justicia”. Po esa razón, le tienden una trampa a Jesús, basada en la ley mosaica y esperan su aprobación para tener un crédito más de tales privilegios. Sin embargo Jesús no cae en dicho juego.

Una madre y siete hermanos testigos de la resurrección.

El rey Antíoco Epifanes, haciendo uso de su poder, de su tiranía, autoritarismo ha emitido un decreto para imponer a los judíos que abandonen las costumbres de sus padres y la ley de Dios.

El testimonio de una familia es sorprendente, ya que el emperador los estaba obligando a comer carne de cerdo. Esta petición parece ser algo insignificante en nuestro tiempo, sin embargo, en su momento indicaba traición a Dios, infidelidad a su ley, idolatría, etc.

Los testimonios de la familia son muy claros y contundentes:

Uno de ellos dice en nombre de todos: “Estamos dispuestos a morir antes de quebrantar la ley de nuestros padres”. El segundo le dijo a rey: “Asesino, tu nos arrancas la vida presente, pero el rey del universo nos resucitará a una vida eterna, puesto que morimos por fidelidad a su leyes”.

El tercero con firmeza declaró: “De Dios recibí estos miembros y por amor a su ley los desprecio, y de él espero recobrarlos”. El cuarto dijo: “Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se tiene la firme esperanza de que Dios nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida”.

Testigos de la resurrección.

Cuando acompañamos un féretro nuestros cinco sentidos nos afirman que el destino de todos ha concluido con la muerte, ahí ha terminado la historia y después de ello no hay nada más. Por otro lado, el cobarde, es tal porque quiere conservar su pellejo.

En cambio el que cree en la otra vida es capaz de todo, arriesga su vida misma. Se arriesga a perder la vida porque tiene fe, esperanza y se cree en la resurrección como el eje medular del cristianismo.

El que tiene esperanza en Dios da su vida misma porque nada ni nadie puede frenarle, es libre para dar todo por Dios. Los tiranos intentan frenar las motivaciones o convicciones por medio de las torturas, desapariciones, intimidaciones, falsos testimonios, porque están aferrados a los placeres y poderes de este mundo.

El que cree en la otra vida es capaz de todo y vive de otra manera, vive de acuerdo a lo que cree. Por tanto, las amenazas se ven relativizadas porque hay algo más valioso y más grande (la resurrección).

Aspectos prácticos:

Hoy se necesitan madres que sepan inculcar en los hijos la fe en Dios, amar su ley y las buenas costumbres y no desistir de ellas por ninguna razón.

Se necesitan jóvenes que estén decididos en dar su vida por la fe, a ejemplo de los siete hermanos (2 Mac 7,1-2.9-14) y de San José Sánchez del Río.

Se necesitan gobiernos que sepan respetar la verdad, la justicia y que proclamen leyes que velen por integridad de las personas.

Se necesitan sacerdotes que inculquen con su Palabra y su vida la convicción de la resurrección.

Se necesitan fieles que no abandonen la ley de Dios y que estén a favor de la vida y no del aborto, de la eutanasia. Se necesitan discípulos del Señor a favor del matrimonio instituido por Dios y no impuesto por los gobiernos (matrimonios igualitarios).

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