REFLEXIÓN DEL XVIII DOMINGO ORDINARIO
SER RICO ANTE DIOS
Ecl 1,2; 2,21-23;
Sal 89; Col 3,1-5.9-11; Lc 12,13-21
Domingo XVIII del
tiempo ordinario, ciclo c
31 de julio de
2016
El Libro del Eclesiastés
es diferente al Eclesiástico, pero ambos pertenecen al bloque de los libros de
la sabiduría. Ésta es precisamente la enseñanza de este domingo, darnos
lecciones precisas de sabiduría para poder vivir excelentemente bien. Qué
triste que los hermanos protestantes no tengan en sus biblias este bloque.
Todo
es vana ilusión.
Vanidad es un esfuerzo en
vano, esfuerzo inútil, sin sentido. Vano es lo que no tiene consistencia. La
vanidad frecuentemente está relacionada con lo estético, con aquellas personas
que se ufana de sus atributos físicos o buscan a toda costa accesorios para
verse… vanidoso; sin embargo, todo es pasajero.
La vanidad también está
presente en otros aspectos de la vida, pues nos adueñamos de cosas que son
efímeras y por tanto que no tienen gran valor.
Evitar
la avaricia
Insensato. Es
el que carece de sentido o actúa sin sentido. En el caso de la parábola el
hombre que se pone a acumular bienes, es tal porque piensa que la plenitud de
la vida consiste en poseer o acumular riquezas; sin embargo sabemos
perfectamente bien que la calidad de vida de una persona no depende de los
bienes materiales que poseas.
Es
en cierta forma loable que una persona a base de trabajo, dedicación, empeño se
vaya haciendo de objetos que le den en cierta manera una garantía de vida; sin
embargo no podemos poner toda la esperanza, ilusión y sentido de la vida en
ello, porque la verdadera vida no depende de los bienes que tenga.
Lo
más triste es ver que hay personas que se van haciendo de bienes pasando por
encima de los demás, es decir los explotan, los discriminan, se abusa de ellos
en todos los sentidos. Jesús vivió esto en su tiempo se dio cuenta como
familias de ciertas aldeas se van quedando sin tierra, porque a base de
impuestos, de explotación, etc. los despojan de todo. El ve llorar de coraje o
de rabia a los campesinos… ¿Cómo anunciar el Reino en este ambiente?
El
insensato cree que la vida de confort, placer, poder, tener es algo que va a
durar demasiados años, pero no es así: La vida es corta. Es tan breve como un
suspiro y por tanto hay que vivirla en plenitud, pero esta plenitud, sólo la
encontramos en el verdadero tesoro que es Dios.
Ser
rico ante Dios
Los bienes que cada
persona posea son una bendición y estas bendiciones hay que compartirlas con
los hermanos, para convertirse de esta manera ricos ante Dios.
Porque el acaparar, nos
hace insensibles, inhumanos, irracionales y vemos al otro como si fuera un
cualquiera, un objeto, un número en la estadística, un… pero no reconocemos que
es persona o que es mi hermano.
Pero no se trata
solamente de compartir de las cosas materiales, sino la vida toda. Jesús nos ha
dado el ejemplo de ello, porque Él se hace rodear no de los poderosos de su
tiempo, es decir las familias herodianas; sino de la gente enferma, los
campesinos, pescadores, leprosos, etc. así que ser rico ante Dios es hacer de
estas personas una vida más sana, liberada y digna.
Buscar los bienes de arriba. Es
una invitación a superar el lucro, la ostentación… No buscar el aplauso
inmediato, pensamos que lo inmediato es lo más seguro, como el dinero, el
placer, el poder, etc. esto te engaña y te vuelve miope.
No
es acaso la compasión-misericordia la guía de la vida hacia los bienes de
arriba ¿Por qué entonces se permite que sea el poder económico quien rija las
relaciones? ¿Por qué hemos de seguir alimentando que sea el consumo y la
producción sin límites generando en nosotros un espiral insaciable de
necesidades superfluas que nos vacía de sensibilidad humana? Todo ello implica
una revisión seria de un encuentro con Jesús, seguimiento y compromiso
personal, grupal y social y buscar nuevos caminos. Animados por el Espíritu y
con la convicción de que nos servimos al dinero sino a Dios.
Aspectos
prácticos
- La Iglesia marcada por el mensaje divino tiene que seguir anunciando con la palabra y la vida que la misericordia es un movimiento de compasión ante el sufrimiento que desgarra la vida muchos seres humanos y que se debe a la acumulación de bienes de otros a costa de los más indefensos.
- Dice B. Metz que nos hemos vuelto insensible ante el sufrimiento del hermano y nos hemos convertido en sensibles al pecado, es decir que vivimos en una cultura de la amnesia, del olvido, nos hemos permitido vivir como espectadores y nos hemos encerrado en el bienestar ignorando la sociedad del malestar, le huimos a la responsabilidad y dejamos que el mundo siga su marcha guiada por una fuerza anónima y no por la gracia divina.
Pbro. Gilberto
Lorenzana González
Formador en el
seminario
Diócesis de Tuxpan
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