REFLEXIÓN DEL XVII DOMINGO ORDINARIO
SEÑOR, ENSÉÑANOS A
ORAR
Gén 18, 20-32; Sal
137; Col 2, 12-14; Lc 11,1-13
Domingo XVII del
tiempo ordinario, ciclo c
24 de julio de
2016
Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario
Diócesis de Tuxpan
Introducción.
No debemos de olvidar que
Jesús va de camino a Jerusalén y mientras se desplaza, el trayecto se convierte
en una escuela de discípulos. Ahora la enseñanza gira en torno a la oración.
Jesús hace oración en la soledad, en un monte o separado de sus discípulos. Uno
de ellos le dice: “Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos”.
La oración que nos deja
es el Padre Nuestro, la cual está en dos versiones: Mt 6,9-13 y Lc 11, 2-4. La
versión de Lucas está dirigida a las personas que no han aprendido a orar
(paganos), mientras la versión de Mateo está destinada a los que ya están
ejercitados en la oración y el peligro gira en torno a la rutina. Mateo evita
la palabrería, no ser charlatanes y Lucas habla de la oración con persistencia,
sobria y concisa.
1.
Padre.
En el original Abbá es Papaíto o papito, es la gran
novedad que revela Jesús; es una expresión de ternura, cariño, dulzura, amor. Al
dirigirnos como Padre reconocemos con benevolencia su amor, hay un clima de
confianza, hay una comunicación íntima y de fe. Jesús es Hijo por naturaleza, nosotros somos por adopción. La gran
noticia es que somos ricos porque tenemos como Padre a Dios, lo triste es que
pocos lo sabemos; quienes lo sabemos, poco le creemos y quienes le creemos,
poco vivimos como lo que somos.
2.
Santificado
sea tu nombre.
Conocer el nombre es
conocer la cosa o la persona (ver Gén 32,30; Jue 13,17). Saber el nombre de
Dios es conocer a Dios (ver Sal 9,11). El nombre de Dios es santo por
excelencia (ver Is 6,3). Y si es santo es también santificador.
Al pedir que Dios
santifique su nombre, es decirle que se santifique a sí mismo, que se
manifieste al mundo como lo que es, Padre y Santo. Y, en consecuencia, que los
hombres le aceptemos como “Padre Santo”. Así que lo bueno o lo malo redunda en
engrandecimiento o descrédito del nombre de Dios. Santificamos su nombre cuando
nos comprometemos en la defensa de los indefensos y hacemos de nuestra vida un
servicio para ellos y para los demás. Manchamos su nombre cuando nuestra
conducta está en contra de lo que su nombre significa y exige para nosotros
(ver Rom 2,24).
3.
Venga
tu reino.
El reino es un don de
Dios y llegará a plenitud cuando Él lo desee, pero también implantar su reino
es obra nuestra. No podemos estar mirando el cielo, esperando que todo venga y
nos lo resuelva Dios, cada uno debemos de comprometernos con los graves
problemas que nos afectan.
Jesucristo fue y es amigo
de los marginados, liberador de los oprimidos y, su mensaje exige la abolición
de ello. Estamos comprometidos en la expansión del Reino, si lo estamos con los
pobres y oprimidos.
Cuando decimos venga a
nosotros tu reino, estamos pidiendo algo que afecta sustancialmente a nuestras
vidas, esto es la felicidad plena. El reino crecerá en la medida en que en que
cada hombre aprenda a dirigirse a Dios en la intimidad de la oración como Padre
y esforzándonos a cumplir su voluntad.
4.
Danos
hoy nuestro pan de cada día.
Pedimos poco pan, solo
para hoy, no queremos más; el «hoy» nos toca a nosotros el mañana a Dios.
Pedimos poco, porque el exceso nos hace acumular lo innecesario y alejarnos de
Dios y esto no nos lleva a la felicidad (Ecl 9,7), porque el rico nunca se ve
satisfecho.
Lo paradójico de la vida
es que habiendo tanto pan, hay infinidad de poblaciones que no tienen un pedazo
del mismo para vivir hoy, pues están sumergidos en la miseria, mientras en
otros lugares se desperdician toneladas de pan. Los pobres son los que mejor
recitan esta petición, en cambio los que tenemos pan tendríamos que decir:
«haz, Señor que pueda compartir el pan con otro no tiene». Ya que el no ser
solidario o generosos es la causa de tanta crueldad y desigualdad.
Ciertamente el pan hay
que pedirlo, ganarlo y producirlo, pero no se saborea bien algo llevado a la
mesa abusando de los demás. El pan es santo, cuando lo compartimos, por eso se
multiplica. Por tanto, al decir «danos pan, le decimos a Dios, no lujos ni
placeres, ni riqueza, no elegantes vestidos de púrpura, ni ornamentos de oro,
piedras preciosas o vajillas de plata…, ni cosa parecida…pedimos pan» (San
Gregorio Magno).
5.
Perdona
nuestras ofensas puesto que también nosotros perdonamos a todo aquel que nos
ofende.
El hombre es de
naturaleza pecadora, los únicos exentos de ello son: Jesús y su madre María. En
esta petición del Padre Nuestro se exige que para ser perdonados, tenemos que
perdonar. El perdón es fruto del amor, de tal manera que el amor está en
relación directa con el perdón (ver Lc 7,36-49) A más pecado, más perdón y a
más perdón más amor. Sólo pueden gozar las dulzuras del perdón, los que han
experimentado las amarguras del pecado. Así que, para ser perdonados hay que
ser pecadores.
Sólo los que han
suplicado misericordia la han recibido o experimentado y por ello son capaces
de ser misericordiosos.
6.
No
nos dejes caer en tentación.
Un hombre sin tentaciones
es anormal, la mayor tentación es precisamente la ausencia de tentaciones. ¿De
qué tentaciones se trata? Primordialmente de renegar o negar a Dios al final
(ver Mt 13,20-21; Lc 8,13); pero también se refiere a toda clase de
tentaciones. Los más fieles al Señor siempre serán los más tentados, el origen
de las tentaciones está en nosotros (ver Mc 7,21-23) y el gran tentador es
satanás o el diablo (ver 1 Pe 5,8; Hech 5,3).
A Dios no le podemos pedir
que estemos libres de las tentaciones, sería como no ser personas o no estar en
este mundo; más bien le solicitamos que no nos deje caer y para ello hay que
orar. El caer se da por falta de amor a Dios y al prójimo, pero se experimenta
lo que nos trae bienestar, así el hombre sabrá convivir con sus debilidades y
se sabe perdonar a sí mismo. Es ahí mismo donde se experimenta la presencia
especial de Dios.
7.
Aspectos
prácticos:
- Que valioso es que los padres de familia le inculquen a sus hijos el amor a Dios y los eduquen para que se comuniquen con Él a través de la oración, principalmente con el Padre Nuestro.
- Ojalá que todos los días recitemos el Padre Nuestro; que lo hagamos sin prisas, degustando su contenido y comprometidos en lo que esta oración significa.
- Hay que dirigirnos a Dios como Padre, con confianza, familiaridad, ternura y sabiendo que obtendremos de Él lo que necesitamos.
- El Padre Nuestro tiene varias peticiones, éstas son compromisos diarios que se concretizan en nuestro diario vivir. Nuestra responsabilidad es:
o
Santificar su nombre con nuestra conducta
diaria.
o
Hacer presente su reino de amor, justicia,
paz…
o
Le pedimos que nos dé el pan de cada día,
pero nos comprometemos a compartir de nuestro pan con los más necesitados.
o
Le suplicamos que nos perdone, para saber
perdonar. Hay que acudir al sacramento de la reconciliación y vivir en amistad
con los demás.
o
Le rogamos que no nos deje caer en la
tentación, es nuestro deber revisar nuestras debilidades y fortalecernos desde
Dios con la oración.
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