REFLEXIÓN DEL XV DOMINGO ORDINARIO
PRIMERA REFEXIÓN
HAZ TÚ LO MISMO
Deut 30,10-14; Sal
68; Col 1, 15-20; Lc 10,25-37
XV domingo
ordinario, ciclo c
10 de julio de
2016
Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario
Diócesis de Tuxpan
¿Cómo
puedo obtener la vida eterna? Es la
cuestionante central del evangelio, que un doctor de la ley le hace a Jesús. El
“Maestro” responde a través de la bella historia del buen samaritano.
Detengámonos en ella, no cómo un aprendizaje intelectual, sino como lo propone
y reclama Jesús: “anda y haz tu lo mismo”.
A veces defendemos mucho
las leyes o las tradiciones, mientras los olvidados están condenados a vivir
sin esperanza. Más aún, toda alternativa que nace desde el amor y que busca una
mejor conducción para el ser humano: la matamos, la opacamos o la ignoramos.
Ante ello es necesario cambiar la manera de pensar, ver y actuar mientras no
hagamos esto, no se puede transformar lo demás.
¿No podemos imaginar algo
nuevo desde el amor? Se vive en el escrúpulo de las leyes pero lo decisivo para
cambiar no se ve y nos hacemos inhumanos. La sociedad abandona a muchos a su
suerte, la historia transcurre entre sufrimientos y muerte que van trazando los
poderosos.
Sin embargo, Jesús con
audacia, sorprende rompiendo estructuras e introduce una fuerza creadora para
humanizar y abrir un nuevo camino desde el amor. Jesús no deja reglas, normas o
doctrinas para que se apliquen tal cual, sino que propone un nuevo paradigma
para humanizar y construir un mundo desde Dios, desenmascara la iniquidad,
sacude la indiferencia, cuestiona nuestros dogmas e interpela a la
misericordia.
Debemos despertar nuestra
responsabilidad con dirección y conducción divina, pasando por el camino de los
desamparados, atravesando las estructuras que oprimen, pero con la lógica y
dinámica del Reino. No es fácil, pero tampoco imposible, es difícil cuando no
queremos dejar nuestras seguridades, cuando la ciencia carece de conciencia, cuando
la economía no tiene compasión y el capitalismo es inhumano, mientras nosotros
vivimos en la indiferencia, apatía y seguimos pasando de largo, ocupados en
nuestros rezos.
No estamos solos, Dios es
el guía de la historia y sostiene el clamor de los pobres, abandonados,
desdichados, ignorados, maltratados, golpeados o medios muertos... y reclama
amor por ellos que son sus hijos y no se pueden ni deben hundirse en la
miseria.
No se puede perder o sacrificar
ninguna vida, ni tampoco la dignidad de un ser humano en aras de un poder
político, económico o religioso, porque precisamente los pobres son el corazón
de Dios y nadie debe abusar de ellos. La invitación del evangelio es clara. Hay
que vivir en una actitud constante de la misericordia, como principio y fin de
todo el accionar humano, principalmente ante el sufrimiento ajeno de miles de
hermanos que no creen en Dios, que tienen otro credo o profesan nuestra misma
fe.
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