REFLEXIÓN DEL SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA


TRANSFIGURAR: PENSAMIENTO, CORAZÓN Y ACCIONES
Gén 12, 1-4; Sal 32; 2 Tim 1, 8-10; Mt 17, 1-9
II Domingo de cuaresma, ciclo A
12 de marzo de 2017

Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario
Diócesis de Tuxpan

La palabra conversión significa cambiar de camino o de rumbo. Si hasta el momento la persona ha camino de manera equivocada; este tiempo cuaresmal es una oportunidad para encontrase con Jesús y reorientar el camino.

1.      La cuaresma camino para transfigurar el pensamiento.

Cuando los discípulos escucharon una voz venida de lo alto (nube) se llenaron de un gran temor, Jesús se acercó y les dijo: “Levántense no teman”.

El miedo puede tener aquí dos connotaciones: por un lado, se trata de un santo temor ante la presencia de Dios. De ahí que el texto diga que los discípulos cayeron rostro en tierra, manifestando así una actitud de adoración ante Jesús. El temor surge del pensamiento de estar ante Dios, es un temor que es superado gracias a su presencia y a su Palabra (No tengan miedo).

Por otro lado, el miedo es una sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario; también es un sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que sucederá un hecho contrario a lo que se cree.

El miedo está emparentado con la resignación, en relación a ello el Papa Francisco dice que en nuestro tiempo el peor pensamiento que abruma es la resignación, así lo expresó en su visita a Morelia, Michoacán.

“La resignación nos paraliza y nos impide no sólo caminar, sino también hacer camino; una resignación que no sólo nos atemoriza, sino que nos atrinchera en nuestras «sacristías» y aparentes seguridades; una resignación que no sólo nos impide anunciar, sino que nos impide alabar. Nos quita la alegría, el gozo de la alabanza. Una resignación que no sólo nos impide proyectar, sino que nos frena para arriesgar y transformar”.

Nos cuestionamos: ¿Mi tiempo lo invierto en pensar, analizar, reflexionar? ¿Soy de un pensar que edifica? ¿Mis ideas y pensamientos son pesimistas, conformista, de miedo al fracaso y de resignación?

2.      La cuaresma, camino para transfigurar el corazón.

El corazón es un lugar privilegiado, porque en él radica lo bueno o lo malo de todo ser humano. Lo que entra, a veces hace daño, pero sobre todo lo que sale del pensamiento y del corazón de los seres humanos tiene un mayor grado de maldad o de bondad.

      a)      Tener un corazón de carne.

El profeta Ezequiel dice: “Les daré un corazón nuevo y les infundiré un espíritu nuevo; les arrancaré el corazón de piedra y le daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en ustedes y haré que vivan según mis mandamientos…” (Ez 36, 26s).

El corazón se debe de quebrantar para recibir, se debe de abrir al amor de Dios para que reciba su gracia, se debe de abrir para dar y compartir, porque en ocasiones se vuelve duro.

      b)     El rostro (ojos) es una ventana del interior.

La transfiguración según los evangelistas (Mt, Mc y Lc) tiene rasgos sorprendentes. San Mateo dice: que su rostro se puso resplandecientes como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. San Marcos, afirma que: sus vestiduras se pusieron resplandecientes y muy blancas, como no puede blanquearlos nadie. En San Lucas se comenta que su rostro torno en otro aspecto y sus vestiduras se volvieron blancas.

Jesús se convierte en un ser luminoso, su naturaleza es luminosa, transparente a la mirada de sus discípulos.

El rostro es una ventana del alma (del interior); el rostro de Jesús es resplandeciente porque trasmite una fuerza espiritual, alegría, hace ver el gozo de la presencia de Dios. Hace ver lo límpido de su ser, su transparencia, su divinidad…pero sobre todo la gloria que nos espera. En el libro de los proverbios se dice: “como el rostro se refleja en el agua, así el hombre en sus intenciones” (Prov 27,19).

Nos cuestionamos: ¿Cómo he educado a mi corazón? ¿Guardo en él cosas que me van consumiendo? ¿Hablo y actúo de acuerdo a mi interior? ¿Tengo un corazón duro o con grande para amar?

3.      La cuaresma, camino para transfigurar las acciones.

Después de que el rostro de Jesús se transfigura y ven a Moisés y Elías conversando; Pedro le dice Jesús: “Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí!

La idea que subyace es vivir en la emoción, comodidad, es pensar en sí mismo, sólo en el presente, sin repercusión hacia el futuro. Lo contrario es bajar a la realidad misma, al caminar ordinario de la vida, pensar en los demás, compartir la experiencia vivida.

La cuaresma es una oportunidad magnífica para transfigurar la vida; iniciando con mis pensamientos, para que sean más edificantes, continuando el corazón para no guardar odio, ni resentimientos, corajes y otra clase de males. Si mi pensamiento y corazón van siendo más humano y cristiano, esta interioridad tiene repercusiones en el diario caminar que se reflejan en mis acciones.

Nos cuestionamos: ¿Soy una persona si doblez? ¿Soy coherente en mí pensar y actuar? ¿He escandalizado a otro por mis acciones? ¿Edifico con mis acciones?

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