REFLEXIÓN DEL II DOMINGO DE CUARESMA


LA CUARESMA, CAMINO QUE SE TRANSFIGURA EN PASCUA
Gén 12, 1-4; Sal 32; 2 Tim 1, 8-10; Mt 17, 1-9
II Domingo de cuaresma, Ciclo A
12 de marzo de 2017

Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario
Diócesis de Tuxpan

Jesús va de camino hacia Jerusalén, es ahí donde vive su pasión, muerte y su resurrección. Ante este anuncio de la pasión, los discípulos se sienten desanimados y sobre todo al saber las consecuencias de este seguimiento. La transfiguración es una estación del camino hacia la cruz y una anticipación de su victoria, es manifestación de su gloria. Además es una palabra de aliento, confianza, cercanía y presencia divina. Este hecho compromete a asumir todas las exigencias que conlleva ser discípulo y seguidor de Jesús.

De tal manera que, los acontecimientos de la semana santa son siempre el centro y el corazón de la fe. La Iglesia retrata en la cuaresma el camino que Jesús vivió hacia el camino de la pascua, que es el propio camino de esta su Iglesia.

1.      La cuaresma, camino que conduce hacia la pascua.

La cuaresma es hacer camino, es peregrinación. Cristo emprendió un camino hacia el desierto guiado por el Espíritu; el pueblo de Israel caminó por el desierto durante cuarenta años. El nuevo pueblo de Dios avanza por el camino cuaresmal con nobles ideales, con altibajos, con miedos, tentaciones, pero sobre todo guiados por el Espíritu de Dios.

Las lecturas de este domingo ponen en movimiento, porque la vida cristiana, es un continuo peregrinar. Es seguir los pasos del Maestro.

La primera lectura manifiesta que Abraham fue llamado para ponerse en camino. Dios le dijo “deja tu país, a tu parentela y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo te mostraré”. Con estas expresiones le manifiesta su presencia (cercanía), que camina con él, que Dios es su guía y “Abram” es el guiado.
En el evangelio Jesús toma a Pedro, Santiago y Juan y emprenden un camino hacia el monte. Ahí Jesús se transfigura, con este suceso trata de superar el desconcierto que los anuncios de su pasión y muerte han causado en los discípulos y los confirma en la fe.  La voz del Padre, venida de lo alto, ratifica que Jesús es el Mesías, y cuya enseñanza los discípulos deben de acatar.

Además, la transfiguración imprime la certeza de la victoria de un caminar, confiando en Jesús y guiados por el Espíritu de Dios. Así que, la cuaresma es dejarse guiar por Jesús para que algo nuevo suceda; este itinerario tiene un punto de llegada: la pascua. La transfiguración en la cuaresma es entendida sólo desde la pascua, ésta es una luz, de la plenitud de la pascua eterna.

Nos cuestionamos: ¿He emprendido el camino cuaresmal guiado por el Espíritu de Dios? ¿Estoy dispuesto a ir a la tierra que Él te mostrará? ¿Me he dejo tomar por Jesús e ir con Él a orar para transfigurarme?

2.      Medios para caminar transfigurados hacia la pascua.

Hay tres medios que la Iglesia tiene en gran estima y los recomienda para seguir transfigurando la vida en un rostro como el de Jesús.

      a)      La oración.

Jesús toma a Pedro, Santiago y a Juan para ir a orar y se transfigura en su presencia (rostro resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve). Enseña que al estar en oración con el Padre su rostro se resplandeció. Por tanto, la oración es una luz, que ilumina la vida diaria y te transfigura.

El Papa Francisco en Morelia dijo: “Hay un dicho entre nosotros que dice así: «Dime cómo rezas y te diré cómo vives, dime cómo vives y te diré cómo rezas», porque mostrándome cómo rezas, aprenderé a descubrir el Dios que vives y, mostrándome cómo vives, aprenderé a creer en el Dios al que rezas»; porque nuestra vida habla de la oración y la oración habla de nuestra vida. A rezar se aprende, como aprendemos a caminar, a hablar, a escuchar. La escuela de la oración es la escuela de la vida y en la escuela de la vida es donde vamos haciendo la escuela de la oración”.

Nos cuestionamos: ¿Hago oración? ¿Con que frecuencia es mi oración? ¿La oración ha iluminado mi vida y me dejado conducir por esa luz? ¿Qué frutos he obtenido al orar?

      b)     El ayuno.

La penitencia no debe ser de manera triste, si no debe ser un ayuno alegre, libre, voluntario, sabiendo que se educa en el dominio de sí mismo. Además el ayuno es un indicio de conversión; es una actitud de desprendimiento, es decir “consumirse”, darse o donarse; es un acto de humillación y penitencia, bajo la guía, sostenimiento y soberanía del Espíritu.

Nos cuestionamos: ¿Hago ayunos? ¿He ofrecido mi abstinencia? ¿La penitencia que hago la ofrezco con alegría?

      c)      La limosna.

En Mt 6, 2-3 se dice: “cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda, lo que hace tu derecha”. La palabra limosna, en la Sagrada Escritura significa tener compasión, es decir padecer en carne propia lo que el otro está padeciendo (ver el Buen samaritano Lc 10,25-37). El discípulo de Cristo no puede pasar indiferente ante el hermano que sufre.

 En palabras actuales es obrar con misericordia; pero no olvidar que el valor de cada acción reside en la intención de las mismas. De tal manera que la caridad no es aliviar la pena ajena, sino compartir tal dolor o sufrimiento.

Nos cuestionamos: ¿Hago una obra de caridad por elogio, aplauso o por buscar el bien del otro? ¿Le ayudo a aliviar sus penas o soy indiferente ante su dolor? ¿Me compadezco del hermano que sufre, es decir hago mío su padecimiento? 

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