REFLEXIÓN DEL III DOMINGO DE CUARESMA
DAME DE ESA AGUA
Ex 17, 3-7; Sal
94; Rom 5, 1-2; 5-8; Jn 4, 5-42
III domingo de
cuaresma, ciclo A
19 de marzo de
2017
Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario
Diócesis de Tuxpan
En el camino cuaresmal la
Palabra nos llevó al desierto guiados por el Espíritu de Dios y tentados por el
maligno (primer domingo). Jesús tomando consigo a Pedro, a Santiago y a Juan se
traslada a la montaña para orar y transfigurarse (segundo domingo). Ahora
(tercer domingo), el tema central de las lecturas es el agua, que pasa por la sed
física hasta conducirnos a una sed más profunda.
1.
Dame
de beber.
El pueblo de Israel,
experimentó la necesidad del agua cuando peregrinaban por el desierto, torturados
por la sed protestaron contra Moisés y ahí renegaron de Dios; le expresaron que
los sacó de Egipto para traernos a este lugar (desierto) y morir de sed.
El Señor le manifiesta a
Moisés que vaya a la peña del Horeb, que la golpee con el cayado y saldrá de
ella agua. Así lo hizo y Dios les envió el agua, por medio de Moisés.
La rebelión del pueblo es
la misma de este tiempo y se resume en lo siguiente: ¡Dios nos ha abandonado!
¿Está Dios entre nosotros? ¿Por qué nos traes aquí para morir?
En el fondo, lo que
subyace es una sed más profunda. Es la necesidad de conocerlo, experimentar su
cercanía, su amor, porque la rebelión es fruto de la ignorancia, pero también
se debe a que se ha construido un mundo sin Él.
2.
Dame
de beber de tu manantial.
En la segunda lectura,
Pablo expresa que Dios es un manantial nuevo, el manantial del amor. El corazón
cuando se vuelve duro, es un indicador para expresar que está estéril, sin
vida, sin amor. Por tanto, está seco y a la vez sediento.
El amor de Dios es desbordante,
se he derramado en cada uno de los corazones, los ha inundado de sí mismo y
cada expectativa, anhelo, proyecto, etc. ha sido desbordado. Ese amor es obra
del Espíritu de Dios que calma y colma la sed profunda, con su amor y capacita
para que eso mismo se lleve a otros.
Nos cuestionamos: ¿Por
qué mi vida es árida? ¿De qué estoy sediento? ¿Quién puede saciar mi sed? ¿Me
dejo saciar por la vida del Espíritu?
3.
Dame
de beber de esa agua.
El texto del evangelio se
le conoce como el de “la samaritana”. Es un texto largo, pero con una gran
riqueza espiritual. En su pedagogía Jesús va llevando a la samaritana paulatinamente
a descubrir las diferentes tipos de sed que tiene.
- La samarita tiene sed física. El encuentro entre Jesús y la samaritana se da en un pueblo de Samaria, llamado Sicar. Ambos tienen sed, Jesús viene cansado del camino. La mujer viene al pozo de Jacob, en busca de agua para su casa, su ganado y otras necesidades.
- La samaritana tiene sed de amor. Ha buscado esta sed profunda por caminos erróneos, en su conversación con Jesús, Él le ha hecho ver que ya lleva cinco maridos; sin embargo ninguno la ha llenado. La prueba de ello es que todavía tiene sed de: afecto, cariño, compañía, apoyo, protección, sed profunda de amor. Lo valioso es que ha buscado saciar esa sed, pero hasta la fecha no ha encontrado lo que ha buscado. En el encuentro con Jesús, Él la lleva a descubrir que no sólo tiene sed física, sino sed de amor y de Dios.
- La samaritana también tiene sed de adorar al Dios verdadero. Los judíos, como garantes de la salvación se han adjudicado que al verdadero Dios se le rinde culto en Jerusalén; en cambio, lo samaritanos expresan que es el monte Jarizín.
Ante ello, Jesús aclara
que a veces se adora lo desconocido, pero ha llegado la hora en que los que
quieran dar culto verdadero deben de adorar al Padre en Espíritu y en verdad.
La samaritana, para esquivar toda sed, le dice que mejor hay que esperar al
Mesías y él aclarará todo; pero Jesús se da a conocer como tal, disipando así
toda mentira y se muestra como manantial de vida eterna.
Nos cuestionamos: ¿Tienes
sed? ¿Qué tipo de sed tienes? ¿Has buscado saciar tu sed? ¿Los caminos que has
recorrido han sido los correctos? ¿Has buscado a Dios para que colme tu sed?
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