REFLEXIÓN DEL IV DOMINGO DE CUARESMA


DIOS VE EL CORAZÓN (SABER MIRAR)
1 Sam 16, 1.6-7.10-13; Sal 22; Ef 5, 8-14; Jn 9, 1-41
IV domingo de cuaresma, ciclo A
26 de marzo de 2017

Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario
Diócesis de Tuxpan

En las lecturas de este domingo prevalece el tema de la luz. La primera lectura exhorta a observar desde el interior y no por las apariencias, es decir a saber mirar a las personas. Por tanto, el ver de Dios es muy distinto al ver del hombre.

1.      Dios ve el corazón de cada persona (saber mirar).

El profeta Samuel fue enviado por Dios a Belén, a la casa de Jesé, para ungir rey a uno de sus hijos. Samuel atiende la petición divina y acude al lugar, sin embargo no se le ha expresado con detenimiento ¿Quién de los siete hijos es el indicado? Samuel reúne a los hijos de Jesé y éstos van pasando uno por uno. La primera inquietud del profeta es ungir como rey al mayor de ellos, dado que su aspecto externo y su gran estatura lo ha impresionado.

Dios le hace ver que el hombre se deja llevar por las apariencias; sin embargo Dios no observa eso, más bien la óptica de Dios es el corazón de la persona, su interioridad, porque es desde ahí donde reside la grandeza y pequeñez del ser humano. Éste normalmente se deja impresionar por lo externo y juzga por el poder, la fuerza, lo que impresiona a la vista. Dios educa al ser humano en saber mirar desde lo profundo y no dejarse llevar por lo externo.

Por tanto, el elegido y sucesor del rey Saúl es ahora el Rey David, figura anticipada del nuevo Rey que es Jesús, Él viene a guiar e iluminar la vida de todos.

2.      El hombre observa sólo las apariencias.

Sin duda alguna, se ha incurrido en juzgar muchas veces por las apariencias, por los prejuicios, por el simple hecho de pertenecer a un equipo, institución, familia, credo, color, por lo que se ha oído decir de alguien, etc., etc. es probable que en ocasiones se pueda acertar, sin embargo es más creíble que infinidad de veces esto conduzca a un error.

La razón es simple. Las apariencias engañan, ya que en las relaciones con los demás casi siempre se busca el aparentar y no ser transparente, auténtico-genuino. Se desean que los demás vean lo que realmente no se es. Y se hagan un juicio no real de la persona, el cual normalmente pretende hacer creer que es bueno o se diga lo mejor de él o ella. El ser humano no puede observar el corazón de las personas, por ello no es viable hacer juicios precipitados de los demás. Es más conveniente tratarlos con bastante tiempo y lo más viable es dejar que Dios sea el que nos juzgue.

Nos cuestionamos: ¿Tu mirada se limita a lo externo, lo impresionante, lo superfluo? ¿Has juzgado por las apariencias o por prejuicios? ¿Has aprendido a ver lo valioso de la persona, descubriendo su grandeza desde el corazón?

Continúa segunda reflexión del IV domingo de Cuaresma...

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