REFLEXIÓN DEL IV DOMINGO ORDINARIO


¡SÉ DICHOSO!
Sof 2, 3; 3, 12-13; Sal 145; 1 Cor 1, 26-31; Mt 5, 1-12
IV domingo ordinario, ciclo A
29 de enero de 2017

Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario
Diócesis de Tuxpan

El corazón humano busca de manera constante la plenitud de la vida, nadie se contenta con tener una vida mediocre, si no que busca la felicidad auténtica, es decir aquello que colme plenamente la vida.

1.      El evangelio es anuncio de felicidad.

Cristo nos trae una verdadera noticia. Su mensaje, sus criterios, sus sentimientos, su vida misma es verdadera felicidad.

El ser dichoso, no comulga con ser exitoso, ser productivos, acumular bienes, tampoco de llevar la fiesta en paz, como normalmente decimos. La verdadera felicidad es el encuentro con el verdadero bien. Ejemplo: La persona cuando tiene mucha hambre y se encuentra con un bien (alimento) esto trae felicidad. Con mayor razón hay mucha felicidad al encontrarse con el sumo bien que es Dios.

El Papa Francisco nos dice: “El evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”.

Por eso, también la invitación de ser los primeros en anunciar este júbilo a los demás y con ello la necesidad de ser una Iglesia de salida.

Jesús trae el mensaje que nos garantiza una vida “dichosa y/o plena”. El evangelio anuncia, celebra y pide vivir en la alegría del Señor, es decir ser siempre “dichoso”. El evangelio es alegría y construye desde la alegría. El evangelio no es amargura, no es tristeza, no es hacer la vida difícil a nadie, no es tener cara de vinagre, ni ser una tumba o momias de museo, ni personas pesimistas o quejosos.

El evangelio es alegría porque anuncia a Cristo, es alegría porque trae esperanza, es gozo porque ilumina el diario caminar, es júbilo porque bendice abundantemente, es alegría porque sana de toda enfermedad y dolencia, es alegría porque levanta al caído, es júbilo porque da la vida eterna.

Nos cuestionamos: ¿Vivo con alegría? ¿Voy a la eucaristía, oración y otros eventos litúrgicos con gozo? ¿Transmito en mi rostro, lenguaje y actitudes la alegría de haberme encontrado con Dios?

2.      Bienaventurados los pobres.

Por otra parte, el evangelio tiene una peculiar manera de presentar la alegría, es muy diferente a la alegría que presenta el mundo, puede parecer para muchos algo extraño, imposible, ilógico. Por ejemplo: el evangelio llama: dichosos a los pobres de espíritu. Mientras que el mundo llama dichosos a los ricos, a los que viven de manera exitosa.

Sin embargo, para Jesús, éstos que el mundo rechaza y no ofrecen al parecer nada, éstos son los primeros destinatarios del mensaje evangélico. Éstos son dichosos, pero… ¿Cuál es la razón?

Estos pobres son aquellos que han sufrido en el Antiguo Testamento el destierro y ante esta situación entendieron que es necesario desligarse de los ídolos de este mundo, porque no traen una alegría plena, sino una felicidad pasajera, efímera y mentirosa. Bajo esta perspectiva, los pobres, se han acercado a Dios poniendo en Él toda su confianza y por eso lo descubren como su único tesoro. Por tal razón, los pobres son dichosos.

Nos cuestionamos: ¿Creo y vivo en la pobreza evangélica? ¿Confío plenamente en Dios o estoy apegado a los bienes materiales?

3.      El evangelio anuncia persecución, rechazo, cruz.

En el corazón de muchas personas se va introduciendo que si seguimos a Jesús al parecer siempre nos va a ir bien y esto no es así, porque el evangelio es un muy realista y anuncia que traerá persecución, sufrimiento, llanto, dolor, cruz y este camino es el que nos conduce a la plena felicidad.

De tal manera que los que lloran, los sufridos, los que tienen hambre, los perseguidos, los que injurien, persigan y digan cosas falsas por causa de Jesús, esos serán dichosos

Porque solo con y desde Jesús estas bienaventuranzas son entendibles. Es Jesús el que las ha vivido y nos educa en esta vivencia; pero para la lógica humana es algo imposible e irracional, ya que el mundo tiene otro tipo de bienaventuranzas. Posiblemente para el mundo sean un poco más comprensibles estas bienaventuranzas: Dichosos los misericordiosos, dichosos los limpios de corazón, dichosos los que trabajan por la paz; pero no así aquellos que son perseguidos, rechazados y que van a cargar constantemente una cruz muy pesada.

Nos cuestionamos: ¿Sigo a Jesús sólo porque creo en “la prosperidad” evangélica (siempre me va a ir bien)? ¿Estoy convencido de que el seguimiento y plena felicidad debe pasar por persecuciones, rechazos y la cruz?

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