REFLEXIÓN DEL II DOMINGO ORDINARIO
ESTE
ES EL CORDERO DE DIOS
Is
49,3.5-6; Sal 39; 1 Cor 1,1-3; Jn 1, 29-34
II
domingo ordinario, Ciclo A
15 de
enero de 2017
Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario
Diócesis de Tuxpan
La
Iglesia ha organizado la liturgia en ciclos denominados: “A”, “B” y “C”.
Estamos en el segundo domingo del tiempo ordinario, del ciclo litúrgico “A”.
En
el tiempo ordinario los evangelios nos invitan a recorrer la vida de Cristo, su
mensaje, sus actitudes… El ciclo litúrgico tiene varios tiempos: en el tiempo
de adviento y navidad nos concentramos en la llegada de Cristo, es decir en el
misterio de su encarnación y nacimiento; mientras que el tiempo de cuaresma y
pascua ponemos la mirada en la vida final de Cristo, es decir en su pasión,
muerte y resurrección. Mientras que el tiempo ordinario lleva un orden
(ordinario) de toda la vida de Jesús y los domingos seguimos ese orden por
medio un evangelio.
En
el ciclo “A” el evangelio guía es Mateo; sin embargo hoy es una excepción
porque el lunes celebramos el bautismo del Señor y este domingo es un eco de
esa fiesta. Es conveniente preguntarnos: ¿Qué riqueza aporta el evangelio de
este día? ¿Qué alimento recibo? La riqueza es enorme, nos concentraremos en:
1.
Este
es el cordero de Dios.
a)
El
cordero del éxodo.
Juan
Bautista llama a Jesús cordero de Dios. El cordero es el animal destinado al
sacrificio. Cuando Moisés enseñó a los israelitas la fiesta de la pascua, les
enseñó que debían tomar un cordero sin mancha, ni defecto, de un año y tenía
que ser sacrificado; la sangre serviría para pintar el dintel y las jambas de
las puertas. La carne se la comían de pie, porque es el signo de la pascua,
además de que el Señor va a pasar haciendo justicia en ese lugar opresor.
Este
cordero hace alusión al sacrificio, pero…aunque sea sin defecto, sin mancha es
un sacrificio que se repetirá por ser insuficiente, queda algo faltando.
b)
Cristo,
el Cordero de Dios.
En
cambio, el Cordero de Dios es su Hijo único, se ofrecerá como sacrificio, Él no
tiene ninguna mancha, ningún defecto, se ofrecerá de una vez y para siempre.
Por
eso, el sacrificio que nos da Dios, por medio de Cristo es un sacrificio
perfecto, porque no le falta nada, este sacrificio se da en todo momento de la
vida de Cristo, pero de una manera muy especial se ofreció en la cruz. Es ahí,
donde Cristo da todo al Padre y se nos da a cada uno. Su sacrificio no fue en
vano.
Dicho
sacrificio no va ser repetido, ni reemplazado, porque su validez es eterna, la
sangre del Cordero de Dios viene a limpiarnos, nos da la redención.
c)
En
la eucaristía se inmola el cordero y también los bautizados.
Cada
eucaristía es perfecta, es única, aunque participáramos en varias eucaristías
cada una de ellas es irreemplazable, es para limpiarnos, para ofrecernos con
Cristo como corderos, y como dice san Pablo completar lo que la falta a la pasión;
además entregar todo en sublime acto de amor a ejemplo de Él.
2.
Este
cordero quita el pecado.
Este
Cordero es sin mancha, sin defecto, hay inocencia en su vida porque no hay
pecado, hay disponibilidad para el sacrificio, hay mansedumbre, capacidad para
acercarse a cada uno, cautivarnos con su bondad, sencillez y pureza.
Este
Cordero es un puro, limpio, no tiene pecado y viene a liberarnos a todos de
nuestros pecados. Cuando se junta algo bueno con algo malo; lo bueno se
contamina, sin embargo con Jesús no pasa así; Él convive con los pecadores por
son ellos los que lo necesitan. Expulsa al demonio porque no quiere que seamos
presa de Él. Pero… ¿Con el poder de quién quita el pecado? Con el poder de
Dios, porque Él es el cordero de Dios.
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