REFLEXIÓN DEL XXV DOMINGO ORDINARIO
DIOS O EL DINERO
Am 8,4-7; Sal 112;
1 Tim 2,1-8; Lc 16,1-13
XXV domingo
ordinario, ciclo c
18 de septiembre
de 2016
Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario
Diócesis de Tuxpan
Jesús al estar inmerso en
la sociedad se da cuenta de todo aquello que al hombre lo separa o aleja de
Dios. En su tiempo sólo los grandes terratenientes podían tener monedas de oro
y plata y acumulaban para asegurar su vida, mientras que los pobres sólo podían
intercambiar sus productos.
Él no tiene un lugar
donde reclinar la cabeza, solo tiene sus sandalias, su túnica, no tiene dinero
en su morral, es un profeta itinerante, por eso con gran fuerza, valentía y
certeza dice tres sentencias: “Dios o el dinero”, “con el dinero lleno de
injusticias que se ganen amigos” y que no somos dueños absolutos de nada, sino
sólo administradores.
1.
Dios
o el dinero.
Jesús a través de estas
enseñanzas o instrucciones quiere iluminar la vida de todos para saber usar
correctamente de los bienes, de modo que todo se convierta en un medio para la
salvación y no para la condenación.
El evangelio llama
“ricos” a aquellos que acumulan riquezas y bienes materiales de manera egoísta,
buscando asegurar su propia vida y no comparten de ello con los demás. A las “riquezas
o dinero” se le llama «mamōnas», de
la raíz hebrea «amán» (confiar,
apoyarse). Además de que mamōn es una
divinidad pagana, indicando que es fácil confundir el dinero con un dios y por
tanto llegar a la idolatría. Por eso, el dinero tiene cierta relación con
satán, con el pecado de codicia, avaricia y obvio con otro tipo de maldades.
Solo a Dios hay que amar
sobre todas las cosas. El que ama al dinero más que a Dios termina realizando
todo tipo de maldades porque su afán es acumular y el poder de la codicia es
abrumador y muy cruel.
Si tú amas a Dios con
todas tus fuerzas, con todo tu corazón y mente no habrá lugar para otros
dioses. Lo que si te debe quedar claro es escoger bien: Dios o el dinero.
2.
Ganar
amigos.
El dinero no es malo, se
convierte en tal por el uso que le damos. Porque “el que es fiel en las cosas
pequeñas, también es fiel en las grandes”. El dinero se convierte en enemigo
cuando él te usa y te conviertes en un títere de él. No le des al dinero tú
corazón se te va a endurecer y los sufrimientos y necesidades de los demás
nunca los podrás ver. Lo más sano es ser dueño de sí mismo para saber dar un
uso correcto al dinero y a los bienes materiales.
De ahí que Jesús exhorta
que con los bienes se pueden ganar amigos, cuando estos bienes o riquezas se
usan para hacer el bien a los demás. Por supuesto, que hay muchas maneras de
hacer un bien. No se trata de querer quedar bien con las personas o hacer un
bien para que después le retribuyan los favores recibidos; sino que se trata de
una convicción, una virtud y sobre todo para que Dios sea quien lo reciba en su
casa otorgándole la vida eterna.
3.
Administrar
correctamente.
Ser un administrador es reconocer
que esa persona no es el dueño, sino que se le ha confiado un cargo del cual
debe de dar informe claro, oportuno y verdadero de lo que va realizando. Las
cuentas claras hacen perdurar la amistad; las cuentas confusas y a destiempo
van engendrando incertidumbre y se pierde la confianza. Dar cuentas es parte de
la responsabilidad del administrar y ser informado es un derecho del dueño y
derecho de los demás.
Administrar bien, es la
tarea de todos, administrar mal es una irresponsabilidad y, si se ha confiado
algo es porque se tiene la suficiente capacidad humana, intelectual, espiritual
etc. para llevar a cabo dicha encomienda. Si se ha confiado algo y no se tiene
la capacidad para ello es doble irresponsabilidad (injusticia social) en primer
lugar por el que acepta tal cargo y en segunda el que da ese cargo a aquella
persona que es incapaz para tal tarea. Ej. Nuestro País.
Hay un dicho que dice:
“el que nada debe, nada teme” así que es necesario hablar y actuar con la
verdad porque ésta nos hace libres. Por tanto, cuidar el trabajo, la familia,
la Iglesia, la sociedad, la flora y fauna es nuestra responsabilidad y de ello
cada uno es un simple administrador. Y que a su debido tiempo el Dueño de todo
pedirá cuentas de esa encomienda. Los que son fieles en la administración de
los bienes de los hijos de Dios, el Señor otorgará los bienes verdaderos, que
corresponden a la vida eterna.
Nos
cuestionamos:
¿Qué lugar ocupa Dios en
relación con mis bienes y mi riqueza? ¿He hecho el bien a los demás con los bienes
que tengo? ¿Creo y vivo en una economía solidaria? ¿Tengo verdaderos amigos?
¿Fomento constantemente mi amistad con Dios? ¿Cómo he administrado lo que se me
ha confiado? Si tuviera que dar cuentas en esto momento ¿Estoy preparado para
ello? ¿Soy un fiel administrador en lo se me ha encomendado? ¿Por qué el país
teniendo tanta riqueza hay demasiada pobreza? ¿Por qué varios Estados del País
y municipios están endeudados? ¿Soy participe de las injusticias como: la
corrupción, desvío de recursos, la impunidad, etc.?
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