REFLEXIÓN DEL IV DOMINGO DE PASCUA


JESÚS ES EL BUEN PASTOR
Hech 2, 14.36-41; Sal 22; 1 Pe 2, 20-25; Jn 10, 1-10
IV domingo de pascua, Ciclo A
7 de mayo de 2017

Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario
Diócesis de Tuxpan

En el Antiguo Testamento Yahveh (nombre propio de Dios en Israel) es el Pastor de su pueblo. Él designa a ciertas personas para que guíen o conduzcan la vida de su pueblo. Algunos de ellos fueron dignos de ser imitados, entre ellos se pueden mencionar a: Moisés, Abraham, David, etc. Sin embargo hubo otros que no fueron dignos de confianza; en los textos de: Jer 2, 8; 10, 21; Ez 34 se habla de los peligros de los malos pastores. Estas acciones y actitudes no prevalecerán porque con la llegada de Jesús, el Buen Pastor, la ambición y maldad será contrarrestada. El evangelio dice que “todos los que han venido antes que yo, son ladrones y bandidos…Yo soy la puerta; quien entre por mí se salvará”.

1.      Jesús, el Buen Pastor.

El pueblo de Israel después de su liberación de Egipto, lleva una vida seminómada, trabajando el cultivo de la tierra y alternando la vida pastoril, que conocen a la perfección. De ahí que esta imagen está bien grabada.

Jesús es el Buen Pastor y son varias las razones que se encuentran en los evangelios, en el texto de san Juan encontramos algunas, a saber:

a)      Conoce a las ovejas.

Cada oveja es muy distinta a las demás, cada una es original, autentica, creada por amor. Ninguna es igual, tienen similitudes, pero no son iguales. Cada rasgo es inconfundible y el Buen Pastor sabe distinguir con perfección a cada una y la llama por su propio nombre.

Sabe cuándo una oveja está sana, enferma, decaída, extraviada, triste, alegre, fuerte, débil, etc. Conoce perfectamente los defectos, virtudes, proyectos, caminos recorridos y por recorrer. 
El pastor conoce a las ovejas y éstas conocen al pastor, por eso no siguen la voz de extraños. El conocimiento mutuo refleja una sintonía de amor y de reconocimiento de quien es el Buen Pastor y de que éste es el enviado.

b)     Las guía.

El Buen Pastor tiene un gran amor a sus ovejas porque no busca a un trabajador para que las cuide, sino que él mismo tiene esa cercanía, trato tierno, cariñoso y amoroso para cada una y no puede permitirse que una se le pierda.

·         Las llama.

A cada una la llama por su nombre. Cada oveja que forma parte de este rebaño está llamada a la salvación, a seguirlo y a servir. En esto se deben de distinguir sus ovejas (discípulos).

·         Las conduce afuera.

Jesús como Buen Pastor guía las ovejas, llevarlas a verdes praderas, las hace reposar y hacia fuentes tranquilas las conduce. Si se extravía una oveja, va corriendo de un sitio para otro y no descansa hasta que la encuentra. Atraviesa valles y montañas, sin ahorrarse esfuerzos ni fatigas. Cuando la halla, cura las heridas, busca saciar su hambre y sed para que no perezca por la fatiga, la carga sobre sus hombros y reemprende la marcha hasta que la devuelve sana y salva al redil. 

·         Va delante de ellas.

Jesús como Buen Pastor va delante de las ovejas por dos razones fundamentales. En primer lugar porque Él es el camino que lleva al Padre y en segundo lugar protege a las ovejas de los enemigos (lobo).

c)      Da la vida.

El cuidado de las ovejas no se reduce a guiar, cuidar y enseñar, sino que es donación, entrega de la propia vida por la salvación de las mismas.

Los que son asalariados solo buscan su propio beneficio, por eso cuando ve venir el lobo, huye y abandona a las ovejas, dejándolas a la deriva porque no le importan las ovejas.

El Buen pastor, en cambio da la vida, nadie se la quita, sino que la da libremente. Él tiene poder para darla y poder para recobrarla. Él da la vida porque ama a las ovejas. Jesús, es el Buen Pastor porque ha venido para que tengan vida y vida en abundancia.

Nos cuestionamos: ¿Estoy atento a escuchar la voz de Jesús que es el Buen Pastor? ¿Soy obediente a su llamado? ¿Me dejo conducir por su Palabra? ¿Busco el pan que me da vida? A ejemplo de Jesús que da la vida por su ovejas ¿Soy capaz de darme cotidianamente en el ejercicio de mis actividades, con el firme propósito de alcanzar la vida eterna?

CONTINÚA LA SEGUNDA REFLEXIÓN DEL IV DOMINGO DE PASCUA...

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