ENTENDER Y VIVIR EL CORPUS CHRISTI
Para vivir bien la fiesta, hay que saber cómo surgió y cuál es su sentido más profundo
La solemnidad del Corpus Christi es la ocasión oportuna para de un modo público, en nuestras plazas y calles, dar testimonio de la fe en la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Esta maravilla tan sublime y elevada, a través de la cual el Señor se dona en alimento y remedio para quien lo recibe con fe, se celebra tradicionalmente el Jueves Santo. Aunque este año, después de siete siglos el Papa Francisco celebrará la Solemnidad de Corpus Christi el domingo 18 de junio de 2017.
En un jueves, Jesús dio a sus apóstoles la gran misión de continuar celebrando la cena a través de los tiempos, ordenando: “Hagan esto en memoria mía”. Al decir esto, apuntó a una realidad fuerte. Cuando se celebra la eucaristía, no se trata de un recuerdo o representación simbólica, sino de un acto. De este modo, creemos que en cuanto el sacerdote invoca el Espíritu Santo, y repite las palabras del Señor en la última cena, el pan y el vino se transforman en Su cuerpo y sangre.
En el discurso del pan de la vida, Jesús es muy claro al respecto, al afirmar en Jn 6,51: “Y el pan que yo daré es mi carne para la salvación del mundo”. En cada misa sucede el mayor de los milagros, y la más importante de todas las apariciones. El propio Jesús se hace presente para llenar con su gloria y poder el lugar donde se celebra la Eucaristía, como también a cada persona presente en este momento tan sagrado y sobrenatural.
La misa de Corpus Christi, con la procesión y bendición, es una oportunidad especial para avivar la fe en el amor de Dios. Es Jesús en persona, que no queda encerrado en las paredes de una iglesia, sino que pasa en medio del pueblo, y santifica nuestras calles con su presencia. Jesús vivo pasa cerca de ti, pon en acción el poder de la fe y con certeza experimentarás la bendición de Dios actuando en tu vida.
Origen de la fiesta del Corpus
Su origen está ligado a dos hechos del siglo XIII:
– Las revelaciones hechas a Santa Juliana de Lieja, donde Jesucristo pedía una fiesta pública dedicada a la Eucaristía. En esta época era sacerdote, en esta diócesis belga, el futuro papa Urbano IV.
– El Milagro Eucarístico de Bolsena (Italia), sucedido en 1263
El sacerdote Pedro de Praga hacía una peregrinación a Roma. En ese viaje, paró para pernoctar en la ciudad de Bolsena, no lejos de Roma, y se hospedó en la Iglesia de Santa Catalina. A la mañana siguiente, celebró una misa y pidió al Señor que apartara de su mente las dudas sobre Su presencia real en la Eucaristía. Era difícil para él creer que en el pan y en el vino, estaba el Cuerpo de Cristo.
En el momento en que elevó la hostia, esta comenzó a sangrar (sangre viva). El, asustado, envolvió la hostia y volvió a la sacristía para avisar de lo que estaba ocurriendo. La sangre manaba, llegando hasta el suelo, al que cayeron varias gotas.
El milagro fue informado al Papa Urbano IV, que estaba en Orvieto, y éste mandó a un obispo a Bolsena para verificar la veracidad del hecho. El obispo vio que la hostia sangraba y que el suelo, el altar y el corporal estaban todos manchados de sangre. Inmediatamente organiza una procesión para llevar el corporal del milagro a la presencia del papa. El Papa resuelve ir al encuentro de la procesión. Cuando el obispo muestra el corporal manchado de sangre, el papa se arrodilla y dice: “Corpus Christi” (Cuerpo de Cristo)!”
En 1264, el papa Urbano IV, extendió la fiesta a toda la Iglesia, pidiendo a Santo Tomás de Aquino que preparase las lecturas y textos litúrgicos que, hasta hoy, son usados durante la celebración. En la bula Transitururs de hoc mundo se establecía que el jueves después de la octava de Pentecostés, es decir el jueves después de la fiesta de la Santísima Trinidad.
Aunque al establecer la fiesta no se hablaba de procesión, pronto el pueblo fiel vio la necesidad de coronar la fiesta con una procesión con la Eucaristía. Esto sucederá a partir de finales del siglo XIII. Los primeros indicios se tuvieron en Colonia hacia el 1279, en París a inicios del siglo XIV, en Génova en 1325, en Milán en el 1336 y en Roma hacia el 1350.
La procesión y la liturgia
En esta línea, la exhortación apostólica, Evangelii Gaudium, apoya la devoción popular pues es un gran instrumento de evangelización y nace, como recuerda el Papa Francisco, del sensus fidei del pueblo.
“Esta decisión pienso que no supone que la liturgia se subordina a la piedad popular. Liturgia y piedad popular son dos realidades distintas pero complementarias, siendo la piedad popular la que prolonga y prepara a la liturgia, que el Concilio Vaticano II, reafirma es la actividad más importante de la Iglesia”, comentó Silvestre. Por eso, la procesión eucarística prepara y prolonga la Misa.
La “procesión”, como representación de la “Iglesia en salida” que busca que Dios recorra nuestras calles, entre en nuestra vida. A la vez la procesión es manifestación de esa Iglesia que recupera la adoración a la que con frecuencia se refiere el Papa Francisco”.
“Es bueno no olvidar que la liturgia es culto a Dios. Lo fundamental es el Señor, Él es el protagonista. El cambio de la procesión al domingo pienso que busca facilitar que más personas se encuentren y adoren al Señor. En definitiva busca, como Urbano IV hace más de siete siglos, que más romanos, que más hombres y mujeres, pongan su mirada en Dios que se oculta en la Eucaristía”.
Fuente: Aleteia
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