REFLEXIÓN DEL VII DOMINGO ORDINARIO


AMAR DE MANERA PERFECTA
Lev 19, 1-2.17-18; Sal 102; 1 Cor 3,16-23; Mt 5, 38-48
VII domingo ordinario, ciclo A
19 de febrero de 2017

Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario
Diócesis de Tuxpan

Las lecturas invitan a ser perfectos, a través de la vivencia del mandato del amor; el libro del levítico dice: “Sean santos, porque yo el Señor, soy santo”. El evangelio lo expresa de la siguiente manera: “Sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto”. La carta a los corintios pide descubrir a Dios como la fuente de la salvación y no seguir discutiendo sobre la sabiduría de este mundo. Por tanto, todo es nuestro, Cristo es de nosotros y Él es de Dios.

1.      El amor al prójimo desde la visión judía.

Amar al prójimo en el sentido judío es algo restringido, estricto, es de alguien cercano, es amar a un familiar o pariente por eso el texto subraya que no debes odiar a tu hermano, trata de corregirlo, para que no cargues tú con su pecado.

Por tanto, para los judíos amar al prójimo es expresarle el amor a alguien cercano familiarmente, pero también se refiera a otro judío. De tal manera, que es imposible expresar o manifestar el amor a alguien que no es ni de su familia, ni mucho menos a un extranjero. El amor al prójimo es algo que se base en una jurisdicción tanto en la línea consanguínea como en lo geográfico.

Nos cuestionamos: Amas de la manera judía, es decir sólo a los tuyos: familia, amigos, los que piensan como tú, son de tu equipo, mismo credo, etc. ¿Por qué actúas así?

2.      Aprender amar.

La invitación de Jesús es clara: amar como Dios. Un primer paso es comprender que la palabra amar es un término muy usado y desgastado, de tal manera que hay que ir a la fuente de la misma expresión y recuperar el sentido genuino. La táctica de esto usar la pedagogía de: desaprender lo erróneo del término y aprender o re-aprender lo auténtico de la palabra, para partir de una buena base y después vivir en ese amor que Jesús pide y recuperar lo valioso que hemos dejado y se ha perdido.
Los vicios de esa palabra es que se ha reducido al sentimiento, a lo físico, al placer, se reduce a ciertos amigos, familia. La mercadotecnia ha influido en ello (basta ver el 14 de febrero).

El amor también se ha limitado a mis criterios, emociones, intereses (políticos, económicos, religiosos, físicos…) ideas, placer, utilitarismo, etc. Sin embargo, el amor no es eso, ni se debe de reducir a ello. Amar es: entrega total, es perdón, sacrificio, es base de toda relación, es…no causarle daño a nadie. Amar es buscar y construir el bien hacia la persona cualquiera que esta sea. Al buscar el bien para toda persona es iniciar un camino que me lleva a realizar la voluntad de Dios.

Nos cuestionamos: ¿Cuál es para mí el concepto de amar? ¿A quiénes amo? ¿Por qué los amo? ¿Cómo los amo? ¿Me he dejado influenciar por personas que han distorsionado el concepto genuino de la palabra amar? ¿Vivo bajo esas influencias?

3.      El amor al prójimo desde la óptica de Cristo.

Las lecturas piden la santidad como la fuente de nuestra vida y el camino que nos lleva a este objetivo, es sólo Cristo; porque la mentalidad humana nos conduce al odio, destrucción con la ley del ojo por ojo y diente por diente o con la ley de la selva, etc.

En el evangelio, Jesús muestra el camino de amor al prójimo, pero éste no se reduce a la mentalidad judía (amar sólo a los suyos); si no que Cristo nos invita a dar un salto a la calidad, dar un salto a la perfección. Jesús pide a amar a los enemigos, hacer el bien los que nos odian y rogar por los que nos persiguen y calumnian.

Invita entrar en la esfera del amor de Dios. Sentir la vida misma de Dios. Esta es la característica de las bienaventuranzas cuando dice: “Bienaventurados ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos”.

Nos cuestionamos: Mi modelo en todo es Jesús. Él nos educa en el camino del amor y de la santidad ¿Vivo en ese amor? ¿Amo a los que me odian, calumnian y persiguen? ¿Ruego a Dios por ellos? ¿Soy capaz de perdonar por amor a los que me han causado una vida difícil a mí o a cualquiera de mi familia? ¿Hago el bien a aquellos que en otro momento me causaron algún mal (físico, psicológico, etc.)?

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