REFLEXIÓN DEL QUINTO DOMINGO ORDINARIO


SER TESTIMONIO GUSTOSO Y LUMINOSO
Is 58, 7-10; Sal 111; 1 Cor 2, 1-5; Mt 5, 13-16
V domingo ordinario, Ciclo A
5 de febrero de 2017

Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario
Diócesis de Tuxpan

La semana pasada reflexionamos el sermón del monte, el texto bíblico nos recordaba cómo se puede ser dichoso plenamente. Las lecturas de hoy están en esta misma sintonía, ahora con el lenguaje de la luz y la sal.

1.      Por el espíritu de la Palabra eres luz y sal.

La exhortación de las lecturas es clara: ser luz del mundo y sal de la tierra; la invitación no se debe de observar como una obligación, debido a que el Señor mismo te ha hecho así. ¿Cuándo? Desde el nacimiento, al ser ya hijo de Dios y por medio de los sacramentos va infundiendo su Espíritu y te da una gracia santificante. Si observamos, el texto está redactado de la siguiente manera: “ustedes son la sal de la tierra”. “Ustedes son luz del mundo”. Si fuera algo meramente obligatorio dijera: “sean… sal y sean luz”.

Por otra parte, somos sal y luz porque en el acto mismo de hacernos esta invitación, la propuesta se hace realidad en cada ser, ya que la Palabra de Dios es viva, eficaz y lo que diga se hace realidad porque es Dios el que infunde vida a su misma Palabra, de ahí que cuando se diga que “ustedes sean sal y luz”, la Palabra ha realizado lo que dijo. Por tanto, cada discípulo ya es sal y luz; ahora lo que se necesita es actuar como tal.

Dios te da una identidad: sal y luz porque Él es gracia, gloria, fuego, ardor, luz y nos comparte de ello. Efectivamente si te hizo sal y luz, es porque es Él el que le da sabor a tu vida, la conserva y la purifica. Además es luz en tu diario caminar. Por tanto, ahora exige y advierte con no perder lo que ya eres, ahora debes de cuidar de tu ser (identidad) y no convertirte en alguien insípido, salado, tinieblas, ni mucho menos ocultar la luz que ya eres.

Nos cuestionamos: ¿Eres consciente de qué Dios te hizo luz y sal? ¿Actúas de acuerdo a tu identidad?

2.      Ser sal y luz de la tierra.

Jesús no hace alarde de un lenguaje de eruditos, ni mucho menos usa la retórica, no usa un lenguaje lleno de sabiduría humana. Él habla siempre con un lenguaje sencillo, comprensible, elocuente y coherente. Usa un lenguaje fácil para entender su mensaje. En los evangelios encontramos parábolas de accesible comprensión como: el sembrador, la oveja perdida, la moneda perdida, el hijo pródigo, perlas, tesoro, red, vid y sarmientos... Ahora nos habla de ser sal y luz de la tierra.

a)      ¿Cómo ser luz?

Lo que existe a veces no se ve o no se da uno cuenta de su existencia. Con la presencia de Cristo las cosas se descubren como son. Así pasa con la misericordia y otras enseñanzas.

Es Cristo el que nos ha enseñado a ser misericordioso y de esta manera ser luz.

Ser misericordioso es:

  • Compartir el pan con el hambriento.
  • Abrir la casa al pobre sin techo.
  • Vestir al desnudo.
  • No dar la espalda al hermano.
  •  No oprimir.
  • Desterrar la palabra ofensiva y el gesto amenazador.

Cuando actúes así, serás justo, misericordioso, luz y sal para los demás. Al actuar así y vean tus buenas obras darás gloria a Dios.

Nos cuestionamos: ¿Usas un lenguaje accesible para iluminar y dar sentido a la vida de los demás? ¿Actúas con misericordia? ¿Serías capaz de realizar diariamente una obra de misericordia (corporal y espiritual) principalmente a los que más te necesitan?

b)     ¿Cómo ser sal?

Dios nos habla de diversas maneras porque su grandeza se hace pequeñez. Él se hace, de alguna manera como presente en las cosas insignificantes y pequeñas para ser grandes o los pequeños. Así es la sal, algo insignificante, diminuta, pero su presencia permite conservar los alimentos, los purifica y les da sabor.

  • Si actúas misericordiosamente le das sabor a tu vida y a la vida de los demás.
  • Si actúas misericordiosamente estás purificando tu vida y la vida de los demás porque al ver tus buenas obras ayudas a eliminar la maldad que hay en el mundo y vences las oscuridades para que tu obrar se convierta en luz y sal.
  • Ser misericordioso es conservar las enseñanzas de Dios: “Ser misericordioso como mi Padre es misericordioso”.
Nos cuestionamos: ¿Tu vida tiene sentido y has ayudado a otros a dar sentido a su vida? ¿Cada cuánto purificas tú vida en la confesión? ¿Invitas con tus consejos y tu obrar a que los valores humanos y cristianos se conserven? 

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