REFLEXIÓN DEL TERCER DOMINGO DE CUARESMA


SI NO SE CONVIERTEN PERECERÁN
Éx 3,1-8.13-15; Sal 102; 1 Cor 10,1-6.10-12; Lc 13,1-9
III domingo de cuaresma, ciclo c
28 de febrero de 2016

HECHO TRÁGICO

El evangelio nos describe que unos hombres fueron a ver a Jesús y le comentan un hecho trágico. Parece ser que algunos galileos habían venido ofrecer sacrificios y fueron matados por Pilato, probablemente por desobedecer alguna ley romana. Pilato es un hombre duro, cruel, sanguinario. La acción fue más llamativa porque la sangre de los galileos fue mezclada con la sangre de los sacrificios y de esta manera se atenta contra lo ofrecido a Dios.

Se cuestionaban si Dios había dejado matar a aquellos galileos mientras ofrecían sus sacrificios y se creía que lo sucedido tenía una referencia por ser pecadores y por ello había recibido el castigo que merecían sus pecados. Los judíos tenían bien claro que no hay castigo sin culpa. De tal manera que una gran catástrofe presupone graves pecados.

Van a ver a Jesús pensando que el también quedaría horrorizado y quizá también podría intervenir. Están más interesados en cuestiones meramente humanas que en las divinas. Jesús no condena a Pilato, no se pone de acuerdo con los mensajeros para realizar una marcha o una protesta. Aprovecha la ocasión para darnos un mensaje. El enfoca el acontecimiento acerca del sentido del tiempo presente. Lo que no es correcto concluir es que aquellos galileos fueron castigados por ser más pecadores que los otros galileos.  Todos son pecadores y merecedores de un “castigo” (en el pecado va la penitencia) pero no se trata de Dios es un justiciero.

PERECER DE IGUAL MANERA

La muerte repentina puede pasarle a cualquiera, tal es caso de los dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé. Ante estos acontecimientos son muchas las veces en que cuestionamos a Dios e inclusive lo culpamos de los males que nos aquejan. Sin embargo, estas desgracias son una magnífica oportunidad para aprender del pasado (hecho trágico), ver el presente con una perspectiva hacia el futuro. Estos sucesos son una llamada para estar preparados, cuidar de la vida e iniciar un proceso de conversión porque todos tenemos necesidad de ello, si queremos librarnos de la condenación.

El tiempo exige decisión, requiere conversión, pide penitencia, implica entrar en nosotros mismos y volver hacia Dios, para no perecer de manera semejante en esta vida y ser privado de la gracia de Dios de manera definitiva. El hombre a pesar de ver lo que va pasando en nuestro entorno es duro de creer en Dios, no ha aprendido de los acontecimientos, se resiste a cambiar, es necio, no siente la necesidad de volver al Señor. Ha endurecido su corazón, ha ofuscado la conciencia y no deja su vida de maleficio.


De la narración de los trágicos podemos concluir: en primer lugar, que el mal de los demás no es peor que el que realiza cada uno; en segundo lugar, no hay que olvidar que la justicia de Dios supera a la nuestra y se realiza en la otra vida y que los acontecimientos trágicos no son castigos divinos, son señales para que seamos conscientes de nuestro pecado y de ese mal obtener un bien.

DAR FRUTOS

Después de los acontecimientos trágicos, Jesús aprovecha el momento para contar una parábola.

La higuera es Israel

En las viñas de Palestina, se solían plantar también otros árboles frutales, los cuales están al cuidado del viñador y éste está al servicio del dueño de la viña. Las viñas eran el lugar propicio para las higueras. Ha esperado tres años en vano esperando frutos, por eso hay que arrancar el árbol que ocupa un espacio inútilmente. Sin embargo, parece ser que este árbol es como el preferido del dueño de la viña, pues lo trata con bondad y le da una oportunidad, pero si ésta última opción resulta nuevamente en vano, será su fin definitivo.

La higuera representa a la nación judía, la cual durante mucho pero mucho tiempo se buscó el fruto de sus buenas obras. Dios es el dueño de la viña, los trabajadores son los servidores de Dios, incluyendo a su Hijo Jesús. Él ha estado al cuidado de la viña con gran amor y esmero, los ha exhortado, predicado y ha obrado en beneficio suyo; sin embargo parece ser que todo este abono no fue del todo aprovechado.

No obstante ello, Dios mismo da otra oportunidad y el último plazo de la obtención de los frutos es la llegada definitiva del Señor. Mientras esto se hace realidad definitiva, tenemos tiempo para dar frutos; el tiempo avanza y la llegada del Señor se aproxima, por eso hay oportunidad para dar frutos. Él tiene paciencia, pero los hechos trágicos son una advertencia para la conversión. Los frutos se ven con el cambio de vida y con las buenas obras.

La higuera hoy
Israel es el pueblo de Dios, es la higuera a la cual se refería Jesús cuando contó la parábola. Ahora, esta higuera que está dentro de la viña, es cada uno de nosotros los bautizados que pertenecemos a la Iglesia del Señor. Precisamente la Iglesia es la viña y Él es el dueño y en cada etapa de nuestra vida nos pide los frutos de acuerdo a nuestra edad.

Los frutos hoy
Nuestra Diócesis está a punto de cumplir 53 años de existencia. Los frutos de ésta son varios. Han pasado cinco obispos, actualmente hay cerca de 100 sacerdotes, se ha han realizado cinco planes diocesanos en los cuales se han diseñado las diferentes estrategias para laborar en esta viña en comunión y participación. Gracias al servicio de muchos sacerdotes, religiosas, misioneros, laicos y diversos agentes de pastoral los frutos se van viendo.

Sin embargo, aunque se han dado frutos, las exigencias, los retos, los desafíos, no son suficientes. Hace falta que cada discípulo del Señor dé los suficientes frutos. Hace falta trabajar juntos por la promoción vocacional y ver constantemente ordenaciones sacerdotales y no cada tres años. Pero cada uno debe analizarse a sí mismo o con mucha honestidad debe preguntarse por qué no ha dado los frutos que Dios espera de él. La cuaresma es una oportunidad más que nos da el Señor.

PBRO. GILBERTO LORENZANA GONZÁLEZ
FORMADOR DEL SEMINARIO
DIÓCESIS DE TUXPAN

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