REFLEXIÓN DEL SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA


UN NUEVO ROSTRO
Gén 15,5-12.17-18; Sal 26; Flp 3,17-4,1; Lc 9,28-36
II domingo de cuaresma, ciclo c
21 de febrero de 2016


† Lectura del santo Evangelio según san Lucas
En aquel tiempo, Jesús se hizo acompañar de Pedro, Santiago y Juan, y subió a una montaña para hacer oración. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se hicieron blancas y relampagueantes. De pronto aparecieron conversando con él dos personajes rodeados de esplendor. Eran Moisés y Elías, y hablaban de la muerte que esperaba a Jesús en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros estaban rendidos de sueño; pero despertándose vieron la gloria de Jesús y de los que estaban con él. Cuando éstos se retiraban, Pedro le dijo a Jesús:
«Maestro, sería bueno que nos quedáramos aquí y que hiciéramos tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías», sin saber lo que decía.
No había terminado de hablar, cuando se formó una nube que los cubrió; y ellos, al verse envueltos por la nube, se llenaron de miedo. De la nube salió una voz que decía: 
«Este es mi Hijo, mi escogido; escúchenlo».
Cuando cesó la voz, Jesús estaba solo.
Los discípulos guardaron silencio y, por entonces, no dijeron a nadie lo que habían visto.
Palabra del Señor.

Hemos avanzado ya dos semanas en nuestro itinerario cuaresmal. Hace ocho días nos deteníamos a reflexionar sobre las tentaciones y la forma en cómo Jesús las venció. Ahora la Palabra de Dios nos invita a meditar sobre la transfiguración.

Hablar de transfiguración, es pensar en un nuevo semblante, un nuevo rostro, un nuevo ser. Pero para ello, es necesario observar que está pasando en nuestro entorno, en algunos ámbitos en los que se mueve el ser humano; además qué nos dice y pide la Palabra del Señor, pero sobretodo el compromiso para generar unos nuevos rostros.

LOS ROSTROS DE LA REALIDAD
El acercamiento a la realidad nos permite ver que hay distintos tipos de rostros y esto se debe a las diversas situaciones que a nivel sociedad, grupal, familiar y personal vamos viviendo.

A nivel Internacional, Nacional, Estatal y regional se descubren diversos rostros y que muchas veces son comunes. Personalmente he tenido la magnífica bendición de recorrer varios lugares, como también mi Diócesis y he notado muchos semblantes.

Desde lo político, se acercan las elecciones y ya están los precandidatos realizando campañas, queriendo vender su imagen a través de la publicidad. Los gastos para ello, siempre son exagerados, mientras las necesidades reales a veces no son bien atendidas, lo cual genera rostros de desconfianza, descontento, incredulidad. Además se han generado estructuras inamovibles, ocasionando privilegios de algunos, impunidad, etc.

A nivel social, se ha encrudecido la violencia, extorsiones, robos, venta de droga, enfrentamientos de grupo delictivos, pérdidas humanas etc. y todo ello ha ocasionado rostros llenos de dolor, tristeza, amargura, coraje, resentimientos…México tiene una gran riqueza con un rostro nuevo, el rostro del joven, presa fácil de la vida cómoda. Hay rostros de personas que viven en el mundo del descarte, abandonados, despojados… rostros de “niños invisibles”. México tiene un rostro sufriente.

En lo económico hay rostros con grandes preocupaciones, de angustia, porque los salarios son raquíticos, los productos de la canasta básica están en constante aumento y se nota el semblante llena de preocupación porque no encuentran la manera de resolver la enfermedad, hambre, vivienda digna, etc. Las carencias y limitaciones de muchos han generado la migración y otros refugios. En los rostros de algunos el dinero es el centro de su vida y ha generado una “cultura del descarte”, es decir ha provocado que personas con rostros concretos y apellidos sean abandonados, desplazados, se usan y se tiran.

Los Medios de comunicación, han contribuido a ver rostros de llenos de ilusión, escapismos a la realidad, se ven rostros entretenidos en vanas felicidades.

En la Iglesia hay cierta porción donde se ven rostros de desilusión, incredulidad, pesimismo, apatía, indiferencia, cansancio, resignación (que paraliza, no impide caminar, no proyecta), funcionarios o simples empleados, búsqueda de poder o príncipes; sin embargo también hay rostros de esperanza, porque queremos y trabajamos para ver un mejor país; hay rostros de fe, porque creemos firmemente en Dios; hay rostros de caridad, porque se vive y se transmite la misericordia de Dios. Se ve en la alegría de muchos fieles cuando llevan la Palabra de Dios, hay fieles que transmiten bondad y ternura cuando visitan al más necesitado (enfermo, encarcelado, personas con problemas). Hay rostros de veracidad, justicia, paz, solidaridad, compromiso social y caridad.

ILUMINAR

El rostro del testimonio. Jesús se hizo acompañar de Pedro, Santiago y Juan y subió al monte para orar. El testimonio de uno es en cierta forma válido, pero la sustentabilidad de un testimonio verdadero y cierto se funda en dos o tres. Esta es una razón por la cual Jesús se hace acompañar de estos tres discípulos, los cuales también serán testigos en otros momentos.

La presencia del Santo Padre es el testimonio vivo de un hombre de Dios que se deja guiar por el Espíritu Santo; nos ha mostrado como el Padre misericordioso ha obrado en Él y nos ha expresado el deseo de un México con un rostro nuevo.

El rostro transfigurado por la oración. La gloria de Dios brilla de manera deslumbrante como un relámpago y penetra de forma entera en la persona de Jesús, hasta las vestiduras se hicieron blanca. El mundo divino se muestra en resplandores de luz y no podrías ser de otra manera. Mientras está orando “muere”, pero resucita y comienza a brillar su gloria.

Así que el camino de la gloria es la confesión de la propia nada, a través o por medio de la oración y a través de ella se expresa la prontitud para la entrega a la voluntad de Dios. Por eso, a oración asienta las bases para la glorificación.

El papa en su visita a Michoacán en el encuentro con los sacerdotes, religiosos (as) y seminaristas nos dijo: “dime como oras y te diré como vives, dime como vives y te diré como oras”. La oración es el encuentro con Dios y es la fórmula para decir: “Abba” es decir Padre. La oración es la participación de la vida divina y es la clave para vencer las tentaciones.

El rostro relampagueante de la nueva ley (Moisés). El nuevo Moisés (Jesús) nos ha dejado un mandamiento nuevo, una nueva ley. El mandamiento más grande es amar a Dios y al prójimo, pero no sólo aquellos que nos aman, sino aquellos que nos odian, nos hacen daño. El Papa Francisco ha hecho suyo esta nueva ley y nos ha invitado a orar imaginemos el rostro de los que nos aman, los que no nos aman, los que nos odian y los que nos han hecho algún daño. Esta manera de operar nos contagia y podemos cambiar radicalmente el rostro de cualquiera.

El esplendor de la Palabra (Elías). Pedro y sus compañeros vieron la gloria de Jesús y de los que estaban con él. Cuando se retiraban, Pedro le dijo a Jesús: Maestro, sería bueno que nos quedáramos aquí y que hicieron tres tiendas.

Es muy cómodo querer quedarse en el lugar donde estamos y sutilmente rehuir, rechazar, resignarse o tener flojera para no llevar el mensaje del Señor. Posiblemente es el ego el que nos ata a no querer compartir lo que hemos presenciado.

Un discípulo del Señor no puede tomar estas actitudes, más bien debe ser una persona comprometida en anunciar todo aquello que ha hecho el Señor en su vida.

El rostro brillante de la misericordia. El Papa Francisco ha consagrado este año a la misericordia divina. Ésta se decide en las relaciones que parten del corazón humano y se traducen en las palabras y en las obras. La misericordia nos permite entrar en lo sano; explora nuevos caminos, se interna por senderos impracticables, donde el evangelio no ha llegado todavía o no ha sido escuchado. Por tanto, es imprescindible que la transfiguración y la salvación no pasen por la misericordia. La misericordia entra en el mal para transformarlo, así ha hecho el Padre al enviar a Jesús que ha entrado en este mundo y lo ha transfigurado al morir por nosotros en la cruz y darnos la resurrección.

La presencia del Papa Francisco en México nos ha mostrado un rostro alegre, tierno, humilde, cálido, cercano, de gran humor, lleno de misericordia y paz. Su presencia es muy alentadora y nos deja un reto. Nos vino a dejar una estela de luz que ilumina el caminar de los discípulos del Señor.

La eucaristía es una transfiguración

El sacerdote como ministro de la Eucaristía tiene una facultad que se le ha confiado, por eso cuando toma el pan (hostia) dice: “Tomen y coman todos de Él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes”. Ese pan-hostia ahora ya no es tal, aunque nuestros ojos vean lo mismo, sin embargo se convertido o transformado en el Cuerpo del Señor.

Posteriormente dice: “Tomen y beban todos de Él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía”.

Cuando el sacerdote pronuncia las palabras de consagración sucede algo inexplicable y este vino se transformará en su Sangre.

Por eso, los testigos (Pedro, Santiago y Juan) de la transfiguración somos nosotros, los cuales tenemos el deber de testimoniar lo que hemos visto, tocado, presenciado y comido.

La cuaresma signo de un nuevo rostro

La cuaresma es un signo de la gracia, la ternura, la bondad y la misericordia de Dios. Exige un cambio radical y esto se le llama conversión, la cual pasa por un cambio de mente, pasa por un cambio del corazón y se convierte en actitud, en vida diaria, en un testimonio vivo del amor de Dios.

Por tanto, Cristo sigue caminando entre nosotros, sigue cambiando el rostro sufriente, sigue transfigurando la tristeza en gozo, el odio en amor, violencia en paz, la enemistad en hermandad, el acaparamiento en solidaridad, etc.

ACTUAR

Transfigurarnos es como tener una nueva mirada a la realidad, es mirarla desde la óptica humana, pero también con una mirada divina, es ver lo cruel, triste, injusto, impotente, corrupción, delincuencia, mentira; pero también es ver lo hermoso, lo valioso, la entrega, tenacidad, esfuerzo, la fe, la esperanza y caridad, es ver todo tal cual es, y tener la fuerza divina, la fortaleza, la templanza, prudencia, sabiduría y caridad para cambiar las cosas e implantar un nuevo rostro. Tal vez no todo podamos darle un nuevo semblante, sin embargo es nuestro deber contagiar a otros para que así suceda.

Un abrazo, una sonrisa, un gesto, un saludo, un detalle, una caricia, una mano solidaria, una llamada por teléfono, una palabra de aliento, etc. hace que las cosas y personas tengan un nuevo semblante.
Sabemos que el mundo ha cambiado demasiado, tal vez no tanto para bien, pero cada amanecer es una nueva oportunidad para darle un nuevo rostro. Hay demasiadas cosas hermosas por las que vale la pena abrir los ojos, levantarnos, observar lo bello y vivir como Dios nos pide.

Seamos testimonio del Padre
Seamos signos de vida
Seamos luz en este mundo
Seamos sal en esta tierra
Seamos verdaderos servidores
Seamos misericordiosos

Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario
Diócesis de Tuxpan

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