REFLEXIÓN DEL QUINTO DOMINGO ORDINARIO
AQUÍ ESTOY, SEÑOR, ENVÍAME
Is 6, 1-2.3-8; sal137; 1 Cor 15,1-11; Lc 5,1-11
V domingo ordinario, ciclo c
7 de febrero de 2016
Primera reflexión
Circunstancias del llamado de Isaías
La primera lectura, del profeta Isaías nos habla de: cómo Dios lo llama para que sea un colaborador suyo. El ambiente de este llamado se desarrolla en un templo, que es el símbolo de la presencia real de Dios y se da de una manera deslumbrante.
Dios viene en un gran vuelo, envuelto en un manto, que llena la superficie del templo, signo del derrame de su santidad y de su poder; encuentra a Isaías posiblemente en oración. Él viene lleno de gloria, rodeado de su escolta que son los ángeles, que en este caso se trata de unos serafines. Ellos, con dos de sus alas se cubren el rostro en señal de respeto y veneración, con otras dos los pies en señal de la desnudez de su cuerpo y con otras dos se sostienen formando un cortejo de honor al trono del Señor. Unánimes responden: santo, santo, santo para indicar lo magno que están presenciando.
El templo se ha llenado de humo, como una estrategia para no dejarse ver totalmente, pero también para que el profeta recobre confianza ante tal magnitud y no se desmaye en su presencia. Isaías ha quedado aterrado y su primera impresión es afirmar que está perdido pues se experimenta lleno de imperfecciones y habita en un pueblo imperfecto. Dios es santo, impuro, trascendente y no se le puede ni siquiera ver, porque quien lo ve queda sin vida. Esto hace temblar a Isaías. Pero también descubre la solidaridad de Dios con su pueblo. Ante la impureza de Isaías uno de los serafines toma un carbón encendido y le purifica, simbólicamente los labios y de todo aquello que lo pueda separar de Dios. Además de remarcar la función de su misión que consiste en predicar el mensaje de Dios. Ya purificado es apto para tal encomienda y puede entablar un diálogo con la misma divinidad, lo que antes era imposible. Ahora habrá un diálogo coloquial y confidencial.
Aquí estoy, Señor, envíame.
Cada texto vocacional tiene elementos comunes pero también tiene unos elementos especiales, por eso en el caso de Isaías se resaltan los siguientes:
Dios llama y el que es llamado se le confía una misión; es decir, vocación y misión están íntimamente relacionadas. La vocación es un don gratuito de Dios, implica una tarea y es un compromiso serio para aquel que ha sido llamado. Ciertamente cada vocación tiene una historia, un proceso y unos planes en el proyecto divino e implica una respuesta firme, coherente y decidida del que es llamado. Así lo ha experimentado Isaías.
La razón de ser enviado es hacer presente la gloria de Dios. Cuando Isaías ve los serafines formando una corte celestial ante el trono de Dios, se da cuenta de lo grandioso que es el Señor. Muy grabado se le quedó aquel canto que entonaron dichos ángeles quienes afirmaban: “Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos; su gloria llena toda la tierra”. Entonces exclama: “¡Ay de mí! estoy perdido, porque soy un hombre de labios impuros. ¿Cómo puede Dios, el Tres veces Santo, llamar a un impuro?
Este encuentro con el Señor marcará la actividad profética de Isaías, el cual es consciente de que tiene que hacer presente la santidad de Dios en el templo, en la vida ordinaria y real de Israel.
Es muy característico en Isaías este concepto de la santidad de Dios. No por nada su vocación tiene origen en el lugar más sagrado, en donde el profeta experimenta la presencia tremenda de Dios que le hace tomar conciencia de su indignidad y dicha santidad no aniquila al ser humano.
Dios nos capacita para la misión: nos purifica. Uno de los serafines toma una braza del altar y vuela hacia Isaías y con ella toca la boca diciéndole: “Mira: esto ha tocado tu labios. Tu iniquidad ha sido quitada y tus pecados han sido perdonados”.
La palabra “serafín” quiere decir el que arde llama viva por amor. Uno de ellos lo quema, porque el fuego es purificador y para que la Palabra de Dios esté presente en su vida, se separe de todo aquello que lo aleje de Dios y lo capacita para que ya pueda hablar de lo divino y entablar un diálogo amistoso con el que es Tres veces Santo.
La respuesta está llena de una generosidad. Isaías ha tenido una vasta experiencia de lo divino. Y ante las cuestionantes de Dios de: “¿A quién enviaré? ¿Quién ira de parte mía?”. La respuesta cae por su propio peso. Lo notable es una respuesta generosa, sin condiciones, sin titubeos. Isaías responde: “Aquí estoy, Señor, envíame”. Hay total abandono en las manos de Dios y una disponibilidad que es una de las características propias del profeta, el cual nunca protestará de la pesada carga de su misión.
Aspectos prácticos
Hoy como ayer Dios sigue llamando a toda clase de personas, en cualquier situación social, cultural y humana. Toda llamada es don gratuito de Dios e implica una respuesta generosa.
La misión de cada bautizado es hacer presente en el mundo a Dios que es Tres veces Santo, por tanto cada uno debe ser testigo de ello y aspirar a la vida de santidad.
El purgatorio tiene el sentido de ser purificado, pero creemos que no es necesario llegar ahí, podemos pasar directamente a la Gloria de Dios si vivimos en el amor de Dios y nos dejamos purificar desde aquí con su Palabra.
Si Dios nos llama debemos de ser generosos a su llamado.
Segunda reflexión
En la primera lectura de Isaías se nos relata el llamado de este profeta. Estando en el templo tiene una experiencia única e inolvidable. Él que es de “labios impuros”, tiene la oportunidad de contemplar al que es Tres veces Santo, el cual lo purifica, a través de un ángel y ante la invitación de ¿quién podrá ir de parte mía? Este responde: “aquí estoy, Señor, envíame”.
En el santo evangelio, Pedro es invitado por Jesús para que lleve la barca mar a dentro y después de obtener una pesca milagrosa, se descubre como lo que es “pecador”, sin embargo Dios lo llama así como es para que sea un “pescador de hombres”.
Dios llama
Dios que es Palabra, nos llama. Cada uno es llamado por Dios, el llamado no es privilegio de algunos (sacerdotes, religiosos –as-, misioneros). La Palabra de Dios es creadora porque llama al que “no es” para que “sea”. Dios que es Palabra: CREA. El primer llamado fue a la vida, después cuando nos llevaron a bautizar el celebrante preguntó qué nombre quieren darle…y respondieron (papás y padrinos) por nosotros y por nuestro nombre; también en la confirmación nos llamaron por nuestro nombre. El que ha recibido la vocación al sacerdocio, religioso (a) o misionero también fueron llamados por su nombre.
Dios sigue llamando a hombres y mujeres a una misión especial, que consiste en llevar su Palabra, ser heraldos, sus portavoces. Escuchemos su llamada con un corazón humilde. No seamos sordos a su voz.
Hay dos maneras de escuchar un llamado.
Llamado para el otro. Por una parte, a veces pensamos que lo que escuchamos de Dios no es para mí, sino para otro (vecino, esposo, hermano, etc.). Así suele suceder cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando se está reflexionando, inmediatamente pensamos que eso no es para mí si no para aquel que no está. En nuestra mente y en nuestros labios decimos: como no vino para que escuchara.
En el fondo nos hace falta docilidad, disponibilidad y humildad. Porque Dios nos llama a todos y no solo a algunos.
Dios se mete en mi vida, es decir me habla a mí. Isaías está en el templo y es Dios, el que se mete en su vida, que a través de diversas imágenes le hace ver su grandeza como el manto que llenaba el templo, como el humo y con su corte celestial, quienes afirman: “santo, santo, santo es el Señor, Dios de los ejércitos; su gloria llena toda la tierra”. Isaías se da cuenta de su pequeñez y de lo impuro que es. Constata que no es digno de ello, pero que Dios lo llama.
En el evangelio Jesús adopta todo lo de un pescador. Está en el lago y después de que ha dejado de predicar, se sube a la barca de Pedro y le ordena que la mueva y que vaya a mar adentro y le enseña a pescar.
Es Jesús el que se mete en nuestras vidas, el que mira tus impurezas, observa tus fracasos (como Pedro). Es Él el que nos obliga a encontrarlo, es Él que se hace el encontradizo, es Él el que llama y pide que se le escuche.
Isaías encontró su vocación en el templo ante la majestuosa presencia de Dios y se dio cuenta de que Dios lo llamaba, para eso se dejó purificar y una vez de ser apto para hablar de Dios y con Dios, con mucha docilidad aceptó ser enviado, sabiendo las consecuencias que esto comporta.
Pedro descubrió ser pescador de hombres no sólo al descubrir la pesca milagrosa, sino cuando Jesús le movió su barca, lo movió de su estado de fracaso, le hizo ver que el hombre cuando confía en sí mismo se le viene la noche y no encuentra nada. Le hizo entender que confiando en su Palabra se puede obtener más de lo deseado (llenó las dos barcas).
Aspectos prácticos
Dios nos llama, no seamos sordos a su llamado. Pidámosle que tengamos la capacidad de escucharlo, ser dóciles, humildes y obedientes.
Dejemos que nos purifique y que mueva nuestras barcas.
Confiemos plenamente en su Palabra y obtendremos más de lo que necesitamos. Él siempre da en abundancia.
Tercera reflexión
El llamado de Isaías y el llamado de Pedro tienen similitudes. Ambos son llamados por Dios (Isaías se encuentra con Dios en el templo y Pedro en el lago), ambos se experimentan indignos (Isaías dice que es “impuro” y Pedro se dice así mismo un “pecador”) y ambos responden con generosidad (Isaías dice: “aquí estoy, Señor, envíame” y Pedro recibe la encomienda de ser “pescador de hombres”).
Lo cierto es que el llamado cambia radicalmente la vida. ¿Qué es lo que sucede? ¿Por qué la persona ya no es la misma?
Fijémonos en Isaías, él es un hombre culto, pues sabe leer, escribir, ocupa un lugar en la corte, pero ante la muerte del rey Ozías siente que todo se derrumba, está inquieto, va al templo y es ahí donde Dios se le revela, se encuentra con el que es Grande y él que se creía grande por ser culto, se da cuenta de su pequeñez, se da cuenta de su impureza y que está rodeado de gente impura.
Tiene la experiencia de lo santo, puro, bello, magno, indescriptible, ve lo que nadie podía ver, ve lo infinito, tiene la experiencia de lo totalmente Otro. Su vida es nada, ante lo deslumbrante que es Dios. Hay un gran asombró, está anonadado, queda estupefacto, tiene una experiencia única e inolvidable, esa visión supera toda expectativa, lo rebasa, es una experiencia aplastante. Su vida es impura, indigna, corta, pequeña, es nada ante la majestuosidad de Dios.
Nuestra vida siempre será muy pero muy corta ante lo deslumbrante que es Dios. Cada uno de nosotros hemos tenido una experiencia que se queda marcada en nuestra vida. Pienso por ejemplo en los bellos atardeceres de Tuxpan que son únicos, vienen a mi mente muchos paisajes que nos dejan con el ojo “cuadrado” (una cascada, un anochecer, una vista al mar, una obra de arte –pintura-, un descubrimiento, etc.) todas esas experiencias son únicas e inolvidables pero ninguna, absolutamente ninguna se compara con la belleza de lo santo que es Dios.
Por otra parte, Pedro también tuvo una experiencia similar. Él como pescador conoce todo lo relacionado a su oficio, sabe los tiempos de la pesca, lugares, la manera eficaz para pescar, la manera de echar las redes, etc. sin embargo, la confianza en sí mismo lo han llevado al fracaso y la noche se le ha venido encima. Por tanto, no ha pescado nada.
El Maestro le pide que suba a su barca, que reme mar adentro y que eche las redes. La respuesta de Pedro es que lleva ya toda la noche y ha tenido un rotundo fracaso, pero confiando en su palabra echará las redes.
La respuesta divina no se dejó esperar, inmediatamente cogieron tal cantidad de peces que las dos barcas casi se hundían. Pedro ante esta experiencia también se siente pequeño, se siente rebasado, el que era maestro en la pesca resultó ser un…aprendiz, un novato, un discípulo. Por eso se le arrojó a los pies y le dijo: “¡apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!”. No sólo él quedó maravillado, sino que también sus compañeros quedaron asombrados, por la pesca, por lo que ha realizado Jesús y por lo que Él es.
Efectivamente Dios es totalmente Otro, es grandioso. Es único, el contacto y las experiencias con lo divino nos dejan con la boca abierta, rebasan toda expectativa, supera todo nuestro ser y no hay cabida humana para la totalidad de lo divino. La reacción de Pedro es de alejamiento porque no concibe que lo divino esté tan cerca del pecador; ha descubierto otro aspecto del Maestro que le causa estupor, miedo, desconcierto, se siente incómodo. La respuesta de Jesús es: “No temas; desde hoy serás pescador de hombres”.
Dios se hace valer de lo humano, lo débil, lo impuro, de aquellos que son pecadores y pescadores para que sean ellos los que lleven esa experiencia que han vivido (lo Magno que es Dios) y sabiendo que no son dignos, Él los invita a ser sus colaboradores.
Aspectos prácticos
Pidámosle a Dios que nos dé la sabiduría para no perder la capacidad de asombro ante Él. Que al contemplar su grandeza, nos debemos cuenta de nuestra débil naturaleza, de nuestra pequeñez, pero que tengamos la humildad suficiente para anunciar su santidad.
Que al quedar absortos por la maravilloso que es la naturaleza (flora, fauna, etc.), no perdamos de vista que el Creador es más grande que toda creatura.
Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario
Diócesis de Tuxpan
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