REFLEXIÓN DEL XI DOMINGO ORDINARIO


TUS PECADOS TE HAN QUEDADO PERDONADOS
2 Sam 12,7-10.13; Sal 31; Gál 2,16.19-21; Lc 7,36-8,3
XI domingo ordinario, ciclo c
12 de junio de 2016

Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario
Diócesis de Tuxpan

Una invitación con dolo
Jesús es invitado a comer a casa de Simón el fariseo, el cual acepta de buena manera. Al estar sentado en la mesa se presenta una mujer, que es conocida en la región por su mala fama. Ésta mujer sin ser invitada y sin pedir permiso irrumpe la comida, se acerca a Jesús y al romper en llanto le baña los pies con sus lágrimas, se los seca con sus cabellos, los besa y los unge con el perfume que llevaba.

Todas estas acciones que realiza la mujer desconciertan al fariseo, el cual no se concentra en la pecadora como él la ha etiquetado, sino que arremete contra Jesús pensando que: “si este hombre fuera profeta, sabría qué clase de mujer es la que lo está tocando; sabría que es una pecadora”. La mujer, ha sido liquidada de un solo golpe y en el pensamiento del fariseo está Jesús, como alguien que convive con gente insana.

Dos deudores y un prestamista
Jesús llama al fariseo y le cuenta la parábola de los deudores y el prestamista. Uno de ellos debe quinientos denarios y el otro cincuenta. Jesús no revela de inmediato el impacto de la parábola, por eso no menciona nombres, sino que fija la atención en el centro del relato (perdonar la deuda). La desproporción es notable porque los cincuenta denarios del segundo deudor al multiplicarse por diez da como resultado la suma total del primer deudor. Cincuenta denarios corresponden a casi dos meses de trabajo y quinientos denarios equivalen a más de un año y medio de trabajo.

Jesús afirma que los dos deudores no pueden restituir las sumas debidas y por ello son perdonados. Los personajes (deudores y prestamista) de la parábola, no dicen ninguna palabra, porque el centro de atención se concentra sobre los verbos “fueron perdonados”. Así que es la gracia del acreedor la que genera la pregunta que Jesús le hace a Simón: “¿Quién de ellos amará más?”.

Simón no se da cuenta todavía de que es parte de la parábola y responde con lógica diciendo: aquel a quien más se le ha perdonado la deuda, ese lo amará más. ¡Su respuesta lo desenmascara y lo inculpa! Si hubiera estado más atento a la parábola, habría recordado que cualquier pecado es una deuda que se contrae contra Dios y que sólo la gracia puede colmar la deuda que todos tenemos con Dios.

Tus pecados te han sido perdonados
El fariseo es como el deudor de cincuenta denarios y la mujer es la deudora de quinientos denarios, ambos han sido perdonados. Es la gratuidad de la gracia y la misericordia divina la que perdona. El impacto de la parábola se fija en que ama más a la que se le perdonó más y ama menos al que se perdonó poco. La mujer es capaz de amar porque le ha sido dada una gracia sin condiciones. En cambio “a quien poco se le perdona, poco amor muestra”. Por eso le dice categóricamente a la mujer: “tus pecados te han quedado perdonados”. La afirmación conecta la parábola con la vida: quien no ha sido alcanzado por el amor gratuito de Dios, no está en condiciones de amar.

¿Quién puede perdonar los pecados?
Con el poder de perdonar los pecados a una pecadora, expresa Jesús el modo de actuar de Dios. El perdón se da porque reconoce la fe que esta mujer le ha tenido desde el principio, ya que informada de su presencia en casa de Simón, corrió a comprar un perfume costoso y superó cualquier obstáculo, porque estuvo sostenida por una confianza inquebrantable. Por tanto, Jesús es capaz de perdonar pecados, como un prestamista al que se le deben quinientos denarios.

La fe acompañado con obras es la única condición que Jesús pide para ser salvados; perdonar el pecado a una pecadora es como curar a un paralítico o a un ciego; en las dos situaciones es la fe la que salva y no el milagro.

Aspectos prácticos
  •  La mujer de mala fama simboliza a todos los hombres y mujeres que actualmente son descartados por la sociedad. La Iglesia tiene que reconocer en ellos la presencia de Dios y recibirlos cordialmente.
  • A veces juzgamos por apariencia, etiquetamos, discriminamos, descalificamos y descartamos a las personas. Sin embargo, no sabemos la grandeza interna que tienen.
  • Todos somos pecadores y es necesario reconocer nuestros pecados. Además necesitamos ser perdonados por Dios, el cual actúa en la persona del sacerdote.
  •  Vital es confesarse porque experimentamos la gracia y la misericordia de Dios. Se necesita fe para ello y hacer un buen examen de conciencia para reconciliarnos bien.
  • Los prestamistas deben hacer esta labor de buena fe y no aprovecharse de la situación de las personas, ya que a veces las despojan de todo. Esta situación es inhumana y anticristiana.
  • Son muchas las personas que se quieren acercar a Jesús, ojalá y no seamos obstáculo para ellas. Por eso, es importante revisar nuestras actitudes, ya que la intolerancia el rechazo, el desprecio, marginación, etc. no son actitudes humanas, ni cristianas.
  • Observemos siempre a Jesús el cual nos educa a tratar a todos con ternura, comprensión, a perdonar, a ser misericordiosos, a renovar la vida, transformarla y hacerla más digna.
  • Jesús siempre se acercará a todos aquellos que son desplazados o descartados en la sociedad porque Él viene a renovarnos por dentro y a ofrecernos un nuevo horizonte, viene a darnos vida en abundancia, viene a ofrecernos la salvación.
  • La Iglesia no necesita maestros que desprecien a los pecadores, sino testigos que manifiesten la misericordia de Dios.

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