REFLEXIÓN DEL IX DOMINGO ORDINARIO


BASTA UNA PALABRA
1 Re 8,41-43; Sal 116; Gal 1,1-2.6-10; Lc 7,1-10
IX domingo del tiempo ordinario, ciclo c
29 de mayo de 2016

Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario
Diócesis de Tuxpan 

En el evangelio de San Lucas el centurión no va directamente a pedirle la petición a Jesús para que él curara a su siervo; sino envía dos embajadas. La primera embajada está compuesta por los “ancianos judíos”. Éstos son enviados para que le rueguen a Jesús a que venga a curar al siervo. Cuando están frente a Él le rogaban insistentemente y le afirman que este centurión es un bienhechor del pueblo y les ha levantado la sinagoga local. Por este signo patrio, ellos se muestran con gratitud y por ello va ante Jesús para que Él le conceda al centurión su petición (curar a su siervo).

Por su parte, Jesús nos educa cómo debemos de atender a las personas y las actitudes que muestra son: recibe con agrado la petición, escucha con atención, apertura al diálogo, disponibilidad al servicio, prontitud para resolver la petición, pues el enfermo está a punto de morir. Emprende un camino y va con ellos hacia el lugar donde se encuentra el enfermo.

Cuando Jesús está ya cerca de la casa del centurión, éste envía otra embajada (“amigos”) para decirle a Jesús que no se moleste en entrar a la casa. Basta con una palabra de Él a distancia y el criado quedará sano. Además ni el centurión se cree digno de ir al encuentro con Jesús y mucho menos es digno de que Jesús lo visite en su casa.

De fondo es probable que resuene la idea de los judíos sobre el asunto de la pureza, pues en los capítulos 11-17 de Levítico se leen las prescripciones que se han de observar para la alimentación, vestido, higiene, contacto con cadáveres, enfermos, etc. estas leyes eran útiles para observar la fe pues vivían en medio de pueblos paganos; sin embargo estas costumbres los apartaba de los demás. Por tanto, el centurión romano (pagano) es indigno de que Jesús entre en su casa (ver Jn 18,28).

Jesús es un observador de leyes de la pureza de forma distinta. El afirma que: “Ninguna cosa que de fuera entra en la persona puede hacerle impura; lo que le hace impura una persona es lo que sale de ella” (Mc 7,15).

Bajo esta óptica es entendible que la fe que resalta Jesús sale de aquel reconocimiento en la fuerza de la Palabra que el centurión hace; porque si éste manda a unos subordinados es porque tiene un poder, pero si Jesús manda los subordinados del centurión, entonces mayor es el poder de Cristo. Además el centurión sabe que a distancia Jesús puede curar a su criado, excusando así su indignidad de gentil, que causaba impureza a un judío (Jesús). Por otra parte, el centurión no ve en Jesús un curandero sino un poder divino y como tal es más grande que él, más grande que la enfermedad y por tanto es Dios.

Actitudes que tenemos que fomentar desde el centurión:
  •  Preocupación por una persona y máxime si se trata de un trabajador.
  •  Ante la enfermedad no lo deja sólo; busca que se restablezca de su salud.
  • Pide ayuda a: ancianos judíos, a sus amigos y principalmente a Jesús.
  • Confía plenamente en el poder de Jesús, en su Palabra y sabe que Él puede curarlo.
  • Humildad en reconocer la grandeza de Jesús y en saberse indigno de Él.
  • Tiene una fe enorme y signo de elogio por parte de Jesús.


Actitudes que tenemos que vivir desde Jesús:
  • Escucha a las embajadas del centurión y escucha la petición del centurión.
  •  Hay apertura al diálogo.
  •  Disponibilidad al servicio.
  • Prontitud para atender la necesidad del otro, sobre todo porque la enfermedad tiene al paciente al borde de la muerte.
  • Emprende el camino de encuentro con el enfermo y con quien solicita la salud.
  • Reconoce, elogia y pone como ejemplo la fe del centurión.
  • Sana al enfermo y muestra el Reino de Dios.

Nosotros hombres y mujeres de fe sabemos que Jesús está en el enfermo, por tanto acercarnos, atenderlos y ser misericordiosos con ellos es atender al mismo Jesús. El amor predilecto de Jesús a un enfermo es el mismo que tenemos que asumir nosotros sus discípulos. Nuestra Diócesis requiere de la conformación de una pastoral de la salud, que vaya al encuentro de nuestros hermanos enfermos para llevarles la Palabra de Dios, los sacramentos (unción, reconciliación, eucaristía), pero también la caridad fraterna y brindar así un alivio humano, material (medicamentos, estudios, cirugías…) y espiritual.

Agradecemos a todo el personal del sector salud (médicos, enfermeros –as-, camilleros, intendentes, etc.) su entrega, dedicación, empeño, esfuerzo, atención, etc. que realizan por nuestros hermanos enfermos y les invitamos a continuar con su labor y que ésta sea cada vez con mayor profesionalismo, más humanos y sobre todo verdaderos discípulos y misioneros del Señor. Él recompensa siempre lo que hacemos con amor.

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