REFLEXIÓN DE LA SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD


DIOS UNO Y TRINO
Prov 8,22-31; Sal 8; Rom 5,1-5; Jn 16,12-15
Solemnidad de la Santísima Trinidad
VIII domingo ordinario, ciclo c
22 de mayo de 2016

PADRE
Es la primera Persona de la Trinidad. Esta expresión indica dos aspectos: Primero, que Él es el origen de todo y por tanto es autoridad que trasciende todo. Segundo, por ser Padre es bondad y solicitud amorosa para sus hijos y por eso a veces se utiliza la imagen de maternidad (ver Is 66,13; Sal 131,2) que indica la cercanía entre Dios y las criaturas. La imagen del padre misericordioso o del hijo pródigo nos expresa que Él siempre perdona y está esperando que regresemos, entremos a su casa y participemos de la alegría de la fiesta (Ver Lc 15,11ss).

Jesús nos revela esta expresión cuando se dirige a Él en varios momentos, a saber: en la oración del Padre Nuestro se inicia “Padre, santificado sea tu nombre…” (Ver Lc 11,2ss), de tal manera que Jesús nos enseña que de esta forma hay que dirigirnos a Dios (como Padre). En otros pasajes bíblicos encontramos esta manera de relacionarnos con Dios como Padre (ver Mt 6,4.8.18.32; 23, 9).

HIJO

Es la segunda Persona de la Trinidad y se refiere a Jesús de Nazaret, nacido de María Virgen por obra del Espíritu Santo, el cual padeció, murió clavado en una cruz, resucitó y ascendió a los cielos (ver el Credo).

Entre el Padre y el Hijo hay una unidad íntima. Jesús siendo Hijo único está en una íntima relación con el Padre, es decir, una auto-comunicación (ver Jn 14,10s); de ahí que no puede hacer un gesto sin tornarse al Padre, sin recibir de Él su impulso y orientar conforme a Él toda su acción (ver Jn 5,19ss). De tal manera que nadie puede ir al Padre sino es por medio del Hijo único (ver Jn 14,6s).
Así que todo lo que hace, lo que es, se debe a que está en la presencia y al amor del Padre; es ahí donde radica su gloria (ver 2 Cor 4,6ss). Por eso, el Padre al entregar a su Hijo amado a la muerte, nos está manifestando que ama al mundo (ver Jn 3,16), con el mismo amor que ama a su Hijo y nos capacita para amarle en el amor a su Hijo y al prójimo.

ESPÍRITU SANTO

Es la Tercera Persona de la Trinidad y se manifiesta en el encuentro entre el Padre y el Hijo; así que el Hijo puede unirse al Padre en el Espíritu y no puede revelar al Padre, si no revela al Espíritu. Ésta relación del Padre, en el Hijo por medio del Espíritu Santo no es algo cerrado en ellos , sino que se da para los demás y por ello es un don y como tal es un regalo de comunión de manera gratuita.
El Espíritu Santo es una fuerza, soplo, fuego, lengua (ver la reflexión del domingo de pentecostés de un servidor), amor inteligente, vivo y unitivo. Es Aquel que desciende, purifica, irrumpe, mueve, habla en el interior del hombre. Es una fuerza de comunión, liberación, perfecciona a la persona en la entrega generosa del servicio y amor al prójimo. Él es nuestra santificación.

LA TRINIDAD Y LA HUMANIDAD

El hombre, creado a imagen de Dios, está llamado por naturaleza a vivir en plenitud, ésta no consiste en ningún bien particular, sino que va más allá de lo creado, es decir la plenitud del hombre consiste en participar de la vida Trinitaria. La vocación del hombre no se limita a lo mundano, sino que se orienta hacia la contemplación eterna de Dios.

Esta contemplación pasa por la relación con el otro, su comunión con Dios y el amor al prójimo. No puede haber plenitud, haciendo a un lado el amor. Esto es posible por la gracia de Dios, la asistencia del Espíritu Santo, voluntad, disponibilidad y vivencia de los mandamientos divinos.

LA REALIDAD HOY

En la sociedad vemos muchas personas abandonadas, tristes, enfermas, sin trabajo, sin esperanzas, maltratadas, etc. y en su entorno muchos pasamos de prisa. Muy pocos se detienen a saludar, a escuchar, ayudar, ser misericordiosos con los demás, pareciera ser que esto es intrascendente. Sin embargo, no podemos vivir así. Primero, es natural la comunicación, porque estamos hechos para ello, pues una aspiración humana profunda es la comunicabilidad (ver Gaudium et Spes 12). Otra es la perfección cristiana la cual no tiene, ni es ajena a estos problemas de la humanidad, pues el mensaje Trinitario no lo es. Dios Uno y Trino se ha revelado para salvar a la humanidad, para iluminar su existencia y llenar plenamente su vida dándole un verdadero sentido.

Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario
Diócesis de Tuxpan

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