REFLEXIÓN DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
DIOS ASCIENDE A SU
TRONO
Hech 1,1-11; Sal
46; Heb 9, 24-28; 10,19-23; Lc24, 46-53
Tiempo de pascua,
ciclo c
8 de mayo de 2016
Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario
Diócesis de Tuxpan
Introducción
La
Tradición más antigua de la Iglesia ha relacionado íntimamente la pascua con la
glorificación. Jesús ha nacido como Hijo de Dios y por la resurrección de entre
los muertos Dios lo ha exaltado de manera que “al nombre de Jesús se doble toda
rodilla en los cielos, en la tierra y entre los muertos, y toda lengua proclame
que Cristo Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Ver Flp 2, 9-11).
El Sal 110 se debe de
leer con una referencia inmediata a Cristo, cuando dice: “Dijo el Señor a mi
Señor: siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos como escabel de
tus pies”. Por tanto, el Padre que se nos revela (da a conocer) como tal, ha
entronizado a su derecha al Hijo, que es Señor de cielos y tierra (Ver Mc
14,62).
Resurrección-Ascensión
El
evangelio de Lucas está en sintonía con el libro de los Hechos de los apóstoles,
ya que el autor de ambos libros es el mismo. La visión del autor es que la
ascensión es una forma de expresar la resurrección y glorificación del Señor.
Esta óptica está presente al final del evangelio y al principio de los Hechos
para culminar de esta manera las apariciones de la pascua y para indicar que
Jesús sigue actuando como desde el principio.
Pascua y ascensión
Jesús
es el dueño del tiempo, Él es el alfa y omega (principio y fin). La Iglesia
para distinguir tiempos ha señalado los cuarenta días como un momento especial
de la pascua y con un acento especial por el acontecimiento triunfal de la
muerte culminando este tiempo con la ascensión del Señor. Durante este tiempo
se suscitaron las diversas apariciones de Jesús a sus apóstoles, discípulos,
mujeres, etc. quienes vivieron y presenciaron éstos acontecimientos se llenaron
de la gloria inmensa de Jesús, de su mensaje, su manera de comunicarse con la
humanidad, les mostró diversas pruebas de que estaba vivo y les encomendó la
noble tarea de continuar su misión.
En
la liturgia nuestra la pascua culminará con la solemne festividad del
pentecostés (efusión del Espíritu Santo).
Ascensión-Reino de
Dios y Pentecostés
En el libro de los Hechos
que hoy leemos se dice: los ahí reunidos le preguntaban: “Señor, ¿ahora si vas
a establecer la soberanía de Israel?” Jesús les contestó: “A ustedes no les
toca conocer el tiempo y la hora que el Padre ha determinado con su autoridad;
pero cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes, los llenará de fortaleza
y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los
últimos rincones de la tierra”.
Los discípulos quieren la
victoria de Israel sobre los pueblos. Jesús indica que el camino del triunfo es
la presencia de su reinado a la luz del poder y amor del Padre. Jesús no viene
a imponer su ley por la fuerza, sino que la salvación es gratuita para todos.
Por otra parte, la
ascensión aparece como una despedida, pero no es así, más bien indica el fin de
un tiempo de sus apariciones a sus discípulos. Su elevación es presencia, no es
ausencia, ahora estará con nosotros el Espíritu Santo, pero ese mismo Jesús que
ha subido volverá como lo han visto alejarse. Así que, se va pero volverá, no
sólo en su segunda venida, sino que hay una presencia continua (palabra,
oración, sacramentos, especialmente en la eucaristía).
Además entre el irse al
Padre y retorno definitivo está el tiempo de la Iglesia que es guiada y santifica
por el Espíritu Santo, el cual nos impulsa a testificar en todos los rincones
de la tierra el reinado de Jesús.
Ascensión de Jesús
y ascensión de la humanidad
Entre
el momento del ascenso de Jesús y su retorno definitivo se instala el tiempo de
la Iglesia, en el cual la humanidad tiene la magnífica oportunidad de hacerse
plenamente humanos, haciéndose verdaderamente cristianos.
Efectivamente, Jesús se
va a los cielos, para indicarnos que ahí donde está sentado a la derecha del
Padre, quiere que también estemos nosotros. Los cristianos entonces tenemos la
noble tarea de vincularnos a Jesús permaneciendo en su amor y pasar el camino
de la cruz para llegar a la Gloria del Padre.
La ascensión es propia de
Jesús. La asunción es empleada para la Virgen María y también para toda la
humanidad.
¿Cómo podemos
llegar al Padre?
- Permanezcan en mi amor (ver Jn 15, 9ss).
- Yo los he elegido para que vayan y den fruto y su fruto permanezca. (ver Jn 15, 16).
- La vida eterna consiste en que te conozcan a ti, único Dios verdadero y a Jesucristo, a quién tú has enviado (ver Jn 17,1ss).
- Santifícalos en la verdad. Tu palabra es la verdad. (ver Jn 17, 12ss.17).
- Sean uno como nosotros somos uno (ver Jn 17, 20ss).
- El que me ama cumplirá mi Palabra y mi Padre lo amará, vendremos a él y haremos en él nuestra morada (ver Jn 14, 12ss).
- El Espíritu Santo les enseñará todas las cosas y es recordará todo cuanto yo les he dicho” (ver Jn 14, 23ss).
En definitiva, tenemos que tener presente que nuestra estadía aquí es temporal y mientras vivimos tenemos que aspirar a los bienes de allá arriba donde está Cristo. Al poner nuestra mirada allá no es evadir el presente como muchas fórmulas actuales lo hacen (New Age, pare de sufrir, yoga, etc.), es vivir el momento con todos los pros y contras, confiando firme y plenamente en el amor de Dios, es tener los pies en la tierra, la mirada en el cielo y nuestra manos labrando el camino.
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