REFLEXIÓN DEL TERCER DOMINGO DE PASCUA
AMAR O QUERER AL
SEÑOR
Hech 5,
27-32.40-41; Sal 29; Ap 5, 11-14; Jn 21, 1-19
III domingo de
pascua, ciclo c
10 de abril de
2016
Introducción
Paulatina o
aceleradamente se nos va el tiempo, al grado de que fue ayer cuando celebramos
con júbilo la vigilia pascual, sin embargo son ya tres semanas de este gozo que
se prolonga en un solo día y que lo vivimos en una cincuentena.
Ante
tres negaciones, tres preguntas claves en una sola: ¿me amas?
Lo que más le dolió a
Jesús durante el momento de la pasión no fueron tanto los insultos, agresiones
verbales o físicas como los azotes, la corona de espinas, los tres clavos que
lo atravesaron o la lanza que le dio muerte. Aunque éstos maltratos no dejaron
de ser tan crueles. Lo que realmente dolió y demasiado, fue la traición de sus
amigos, en aquellas horas supremas de dolorosa pasión. Pedro, dijo desconocerlo
y lo negó rotundamente tres veces.
El evangelio de hoy pone
a Jesús en un diálogo con Pedro:
Jesús
le dijo a Simón Pedro: “Simón Hijo de Juan ¿me amas más que éstos?”. Él le
contestó: “Sí, Señor, tu sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis
corderos”.
Por
segunda vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. Jesús le dijo:
“Pastorea mis ovejas”.
Por
tercera vez le preguntó: “Simón hijo de Juan, ¿me quieres?” Pedro se
entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería, y
le contestó: “Señor, tu sabes todo; tú bien sabes que te quiero”. Jesús le
dijo: “Apacienta mis ovejas”.
Sutilmente le recuerda
las tres negaciones, pero el Maestro lo hace de una manera muy sabia y
comprometedora. Le pregunta si realmente lo ama; a lo que Pedro responde que lo
quiere. Indudablemente que amar y querer no es lo mismo. El Maestro le
compromete a que pastoree sus ovejas. Estas tres preguntas, son realmente una,
que tiene la noble intención de sanar las heridas que han quedado en el
Maestro, pero que también las padece Pedro ante el miedo, el orgullo y otros
sentimientos encontrados que lo llevaron a negarlo. Ahora es el momento de
sanar todo ese trago amargo. ¿Cómo? amando al Señor en el cuidado amoroso de sus
ovejas, en las cuales está Él realmente presente.
Los
que aman, descubren al Señor
Dios lo sabe todo, lo
penetra todo, descubre y sondea todo. Por eso, Pedro le responde que conoce lo
que hay su persona, es decir, Jesús sabe perfectamente que Pedro lo negó y por
tanto sabe su pecado de traición, abandono, negación, etc., sabe lo que hay en
su corazón, sabe de su querer y de su amor hacia el Señor, sabe cómo va a morir.
Así que la mirada de Jesús penetra el interior, descubre el ser de la persona.
El Señor Jesús nos ama y
como tal nos descubre todo, para que al quedar desvelados, es decir al desnudo
o descubiertos de lo poco que lo amamos, a partir de ese momento emprendamos un
nuevo sendero y amarlo como se merece.
Por eso, los que amamos
al Señor debemos de tener la capacidad de descubrirlo en:
- Ser obedientes a su Palabra. los discípulos sabedores de los tiempos, lugares, momentos, técnicas para pescar, se encuentra con el desencanto de que no han obtenido nada y ya está amaneciendo. Ante este fracaso el Maestro los invita a echar la red a la derecha de la barca. La obediencia a la Palabra de Jesús ha llevado a la obtención de una pesca abundante o milagrosa. Por tanto, hay que obedecer primero a Dios y luego a los hombres.
- La vida ordinaria. Así como Él se les apareció a los discípulos en el trabajo que ellos desempeñaban como pescadores; ahora nosotros debemos reconocerlo, porque nos acompaña en nuestro diario caminar.
- En la mesa-eucaristía. Que gran detalle tuvo Jesús con sus amigos, a saber: se acerca a ellos y les dice: “vengan a almorzar”. Esto es admirable que el Señor Jesús se haga el encontradizo, pero sobre todo que les prepare los alimentos, pero a la vez Él mismo es el alimento
“cuando
eras joven, tú mismo te ceñías la ropa e ibas donde querías; pero cuando seas
viejo, extenderás los brazos y otro te ceñirá y lo llevarán a donde no
quieras”. Esto se lo dijo para indicarle con qué género de muerte habría de
glorificar a Dios. Después le dijo: “sígueme”.
- Si me amas, glorifícame
- Si me amas, glorifícame en tu muerte
- Si me amas, sígueme
- El que realmente ama da todo, no se queda con nada o no se reserva nada para sí. Ama con todas sus fuerzas, mente, corazón…Así como Él que se dona totalmente.
- El que ama cuida, vigila, protege, guía…Da la vida
Muchas veces estamos
preocupados de saber mucho de Jesús, pero nos olvidamos en conocerlo y amarlo.
A veces no nos sentimos amados por Él, aunque lo somos, por eso no podemos
seguirlo. Amar como Él es testimoniar su amor y amar como Él es vivir como Él.
Pbro. Gilberto
Lorenzana González
Formador en el
seminario
Diócesis de Tuxpan
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