REFLEXIÓN DEL QUINTO DOMINGO DE PASCUA
ÁMENSE COMO YO LOS
AMO
Hech 14, 21-27;
Sal 144; Ap 21, 1-5; Jn 13,31-33.34-35
V domingo de
pascua, ciclo c
24 de abril de
2016
Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario
Diócesis de Tuxpan
- Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado.
En
el evangelio de san Marcos se lee que el mandamiento mayor consiste en: amar a
Dios con todas nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y
con todas nuestras fuerzas y el segundo es: amar al prójimo como a ti mismo
(ver Mc 12, 29-31).
Dicho
mandamiento es tan antiguo, porque ya los israelitas lo tenían. Sin embargo, es
algo nuevo porque nos invita a amar a Dios de la misma manera que debemos de
amar al prójimo. Pero lo grandioso y novedoso del mandamiento del amor es que
si en la antigüedad se ha dicho que hay que amar al prójimo y odiar al enemigo;
lo increíble es que Jesús nos invita a amar a nuestros enemigos y rogar por los
que nos persiguen (ver Mt 5,43-44). Así, pues nos enseña a amar como Él nos ha
amado.
Este
anuncio no es solamente un anuncio, sino que se concretiza en la vida diaria
del Maestro. Jesús está envuelto en el amor, vive en el amor y todos hemos
experimentado su amor.
Así
que este mandamiento nuevo lo podemos entender bajo los siguientes aspectos:
a) Hechos para amar
Cuando
Jesús nos manda que vivamos como Él, no nos pide algo que esté fuera de
nosotros, algo que no esté a nuestro alcance porque si fuera así, entonces Él
sería injusto.
El
texto del evangelio nos exhorta a vivir en el mandamiento nuevo. Pero… ¿Qué es eso
de amar? Es una capacidad, es un don y es una virtud. Cada ser humano está
capacitado para amar. Dios ha tenido la infinita bondad de amarnos y nos da
esta gracia. Así que el alma, el corazón, inteligencia, etc. están dotados de
amor, es decir toda la persona está hecha para amar, ésta es su naturaleza. Si
no vivo en ello es no dar utilidad para lo que fui hecho. A saber: mi ojo fue
hecho para ver, mi nariz para oler, etc. por tanto, el no dar uso es vivir en
la inutilidad. Así que si fuimos hechos para amar hay que amar, porque de lo
contrario nos… frustramos, nos amargamos, etc. De ahí que tengo la noble tarea
de recuperar mi propia naturaleza, o sea amar. Entonces seré feliz y haré feliz
a otros.
b) Dios fuente de amor
Normalmente
pensamos ¿Quién se merece que yo lo ame? Si pensamos así olvidamos nuevamente
nuestra naturaleza, no se trata de quién merece que yo lo ame o no, sino más
bien que mi naturaleza está hecha para amar. Por tanto, mi referente o la fuente
de este amor que yo poseo es Alguien que me ha participado de ello y el que me
participa esto es la esencia misma del amor.
Así
que hay que observar a la fuente y no quedarnos preocupados en quién merece que
yo lo ame. La fuente es Cristo y su amor está en ti y en mí, por eso eres
dichoso. Si Cristo es la fuente, su justificación está en Él mismo; es decir
debo de amar como Él me ama.
Por
tanto, este amor que está en mí, sólo se entiende cuando yo mismo me amo y amo
a los demás de la misma manera en que me ama Cristo.
Y…
¿Cómo ama Cristo? Perdona, se da totalmente por eso lo vemos curando enfermos,
expulsando demonios, comiendo con publicanos y pecadores, se nos da en su
Cuerpo y en su Sangre, etc.
c) El amor es fruto de amor
Esta
grandeza divina que está en la tierra, suscita la fe, la esperanza y se vive precisamente
en el amor. Porque no hay otra respuesta ante el amor, sino vivir en el amor
mismo. Al vivir de esta manera se ven frutos. El testimonio es un gran fruto,
es un baluarte de este amor. En la primera lectura de los hechos encontramos
como el amor de Dios se hace anuncio.
Ø El amor a Dios en el anuncio de su
Palabra
Los apóstoles no se
guardan para sí la grandeza del amor de Dios y las maravillas que Él ha obrado
en ellos. Por eso ante su pasión, muerte, resurrección grandeza de su amor y
fruto del amor que Dios les tiene, Él se hace el encontradizo, es decir se les
aparece para seguir mostrándoles su amor.
Al ser ellos testigos de
este hecho indescriptible ahora lo comunican con su vida y con su Palabra. Por
eso, van a recorrer varios lugares como son: Listra, Iconio, Antioquía,
Pisidia, Panfilia, Perge, etc. y animan ahí a los discípulos a perseverar en la
fe, la cual pasa siempre por momentos no tan gratos pero que son necesarios
para entrar en el Reino de Dios.
Así que los apóstoles no
les importa padecer lo que sea porque el amor vence todo, el amor se hace
palabra y se hace vida en su propia vida.
Ø El amor de Dios hoy
Este año de la
misericordia es una magnífica oportunidad y siempre lo será, para hacer visible
el amor que Dios me tiene y el amor que yo le tengo a Él. Esto será posible
cuando caiga en la cuenta de las múltiples razones de su amor, a saber:
- Si Cristo vino a la tierra es porque nos ama.
- Si Cristo vive la pasión, muerte y resurrección es porque nos ama.
- Si Cristo se da en su Cuerpo y en su Sangre es porque nos ama.
- Si Cristo se aparece es porque nos ama.
- Si Cristo asciende es porque nos ama.
- Si Cristo nos da su Espíritu es porque nos ama.
Por tanto, tengo que ser
testigo de Cristo ante mi hermano que padece una necesidad. Las obras de
misericordia son una muestra de ese amor que Dios me tiene. Cada día debo de
vivirlas. ¿Cuáles son las obras de misericordia?
Siete corporales:
- Visitar y cuidar a los enfermos.
- Dar de comer al hambriento.
- Dar de beber al sediento.
- Dar posada al peregrino.
- Vestir al desnudo.
- Visitar al que está en la cárcel.
- Enterrar a los muertos.
Siete espirituales:
- Enseñar al que no sabe.
- Dar buen consejo al que lo necesita.
- Corregir al que se equivoca.
- Perdonar las injurias.
- Consolar al triste.
- Sufrir con paciencia los defectos de los demás.
- Rogar a Dios por vivos y difuntos.
No seamos sólo
recipientes del amor, sino canales del mismo. Por tanto, es necesario recibir y
llevar ese amor a los demás para que ellos a su vez sigan dando frutos de vida
eterna.
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