REFLEXIÓN DEL SEXTO DOMINGO DE PASCUA
EL QUE ME AMA,
CUMPLIRÁ MI PALABRA
Hech 15,1-2.22-29;
Sal 66; Ap 21,10-14.22-23; Jn 14,23-29
VI domingo de
pascua, ciclo c
1 de mayo de 2016
Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario
Diócesis de Tuxpan
VER
(visualizar de manera general nuestro entorno)
Escuchar la Palabra de
Dios resulta ser difícil para muchos, pero nunca es imposible cuando se quiere
y se desea vivir realizando la voluntad del Señor. Les he preguntado a muchas
personas si aman a Dios y todas me han dicho que sí, esto entra en
contradicción porque la Palabra nos dice que si lo amamos cumpliremos su
Palabra y si cumplimos su Palabra damos testimonio de ella y somos felices. Lo
cierto es que algo pasa en nuestro entorno.
En la vida diaria suceden
muchas cosas que nos imposibilitan a escuchar la Palabra de Dios y al no
escucharla no podemos cumplir o ser obedientes a ella, por tanto no lo estamos
amando. He aquí algunos ejemplos:
Los lugares en que
escuchamos la Palabra es el momento de la celebración de la Eucaristía. Sin
embargo, hay varios distractores que nos impiden escucharla en su totalidad,
por ejemplo, con mucha frecuencia no ponemos atención, estamos atentos al celular,
no nos concentramos y volteamos con facilidad a ver al que llega o se salen del
templo, si tengo alguna participación en la misa estoy preocupado de mi
participación y no vivo el momento de la celebración o peor aún no escucho la Palabra.
Cuando el sacerdote
explica la Palabra, es decir hace su homilía pocos le ponemos atención, indudablemente
que a veces depende mucho de su manera de explicar, su dinamicidad, su lenguaje,
etc. sin embargo la conclusión sigue siendo que no escuchamos y no cumplimos la
Palabra.
Por otra parte, muy pocos
católicos leemos a nivel personal la Sagrada Escritura, se debe a que no
tenemos el hábito de la lectura y por otra parte a veces no entendemos lo que
ahí se dice y/o me da flojera buscar a alguien para que me lo explique.
Además cuando se imparten
las catequesis muy pocas personas asistimos y siempre hay razones no
justificadas para querer justificar mi ausencia. En las parroquias hay formación
bíblica en todos los grupos, movimientos, pastorales, etc. se nota que algunos
aman a Dios porque cumplen lo que dice la Palabra.
JUZGAR
(luz en mi caminar que da la Palabra de Dios y el Magisterio de la Iglesia)
“El
que me ama, cumplirá mi Palabra…”. Amar a Jesús equivale a
guardar sus mandamientos o su Palabra. La palabra guardar provienen del griego terein
que significa: prestar atención, observar, mantener; esta expresión es muy
usual en el Nuevo Testamento.
En los evangelios se
trata de la cuidadosa observancia de la ley mosaica, la tora. Así que guardar (terein)
está en relación con la tora (ley). Sin embargo, en el evangelio de san Juan hay
un giro y aparece en lugar de la ley la «palabra» de Jesús o su «mandamiento»,
que es necesario observar o guardar.
El giro subraya la
obligatoriedad permanente de observar la palabra o mandamiento de Jesús, la
cual se debe hacer operativa, es decir se debe de vivir, practicando la fe,
especialmente en el amor.
De ahí que creer y amar
son una unidad, un todo completo y vivo. Así pues, los «mandamientos de Jesús»
no pueden referirse en modo alguno a los «diez mandamientos», sino en primer
término al «amarse mutuamente», en que según Juan se compendia toda la práctica
cristiana. Por tanto, la fe no es un reconocimiento alegre sin compromiso, al
contrario. Se trata de una norma de vida.
El mismo Juan
afirma: «Si alguno dice: Yo amo a Dios, y odia a su hermano, es mentiroso; pues
quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve.»
Esa es también la idea aquí presente: quien no guarda el mandamiento de Jesús
tampoco puede amarle.
…Y mi Padre lo amará y vendremos a él y
haremos en él nuestra morada”.
Quien escucha,
obedece y vive conforme a los designios de Dios entrará en las relaciones
divinas de intimidad, al grado de que el amor del Padre al Hijo es igual hacia
quien vive de esta manera. Así que quien entra en ese circuito divino de amor,
queda incorporado de manera total y absoluta con Dios.
Hay aquí una
comunicación y comunión con Dios. Y se descubre que la Palabra entonces no es
mero hecho de doctrina, sino una revelación divina; pero esta doctrina
(enseñanza de la Palabra) tiene un hecho de comunicación (decirnos quién es
Dios) y participación (vivir en Él y para Él). En otros términos se hace
comprensible que “la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”. Por tanto,
fe y amor son una inquebrantable unidad y representa el primer paso por el que
se alcanza el conocimiento divino.
ACTUAR
(compromiso personal y grupal)
¿Yo amo a Dios, por eso
voy a leer personal, familiar y grupalmente su Palabra? ¿Estoy dispuesto a acudir
a las eucaristías y concentrarme más en toda la celebración e impregnarme de su
Palabra? ¿Me comprometo a acudir a la enseñanza o formación bíblica que se da
en mi parroquia? ¿Estoy dispuesto a formarme por medio de la evangelización y
catequesis?
¿Al escuchar la Palabra y
comprenderla me comprometo con Ella para seguir amando más a Dios en el deseo
de vivir de acuerdo a su voluntad? ¿Quiero vivir en la comunión y participación
divina?
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