REFLEXIÓN DEL SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA


PRIMERA REFLEXIÓN
ENCERRADOS POR MIEDO
Hech 5,12-16; Sal 117; Ap 1,9-11.12-13.17-19; Jn 20,19-31
II domingo de pascua, ciclo c
3 de abril de 2016

Introducción
Estamos en la octava de pascua, celebrando el paso del Señor; es decir el paso de la esclavitud a la libertad, del pecado a la gracia y de la muerte a la vida; pero también en este segundo domingo es el día de la divina misericordia, esto fue comunicado por Jesús a santa Faustina.

¿Encerrados por miedo o Iglesia de salida?
El santo evangelio dice:
Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “la paz esté con ustedes”.

El evangelio es claro al señalar que la Iglesia que va naciendo se encuentra enclaustrada por miedo a los judíos. ¿Miedo a qué?

Al morir el Maestro, todos tienen la certeza que la escuela discipular o escuela del evangelio llegaría a su fin. Están encerrados porque ya les han prohibido hablar en nombre de Jesús, están encerrados porque recibirán un escarmiento, los intimidarán, azotarán, los encarcelarán e inclusive tienen miedo de morir como el Maestro. Esto humanamente es legítimo.

Sin embargo, los discípulos se han olvidado de que Jesús prometió estar con nosotros hasta el final de los tiempos (ver Mt 28,20). Nos dijo, también, que destruyeran ese templo y que en tres días Él lo iba a reconstruir (ver Jn 2,19). Anunció tres veces que el hijo del hombre lo iban a maltratar, azotar, iba a comparecer, lo iban a matar, pero que al tercer día iba a resucitar (ver Lc 9, 22ss; Mc 9, 30ss; 10,32ss)

Al celebrar la resurrección del Señor, es decir la pascua, es importante que este acontecimiento lo comuniquemos con nuestra vida, palabras, gestos, comportamientos, etc. es necesario que cada uno dé también ese paso de la esclavitud a la libertad, del pecado a la gracia, de la muerte a la vida, de estar encerrados a salir a anunciar el triunfo de Jesús sobre la muerte.

La pascua es una magnífica oportunidad para nacer con Jesús resucitado. La resurrección es un nuevo día para empezar de nuevo.

Por eso, como discípulos del Señor debemos acoger benignamente el mensaje del Santo Padre Francisco que nos invita a ser una Iglesia de salida, para anunciar el gozo de la resurrección. Es necesario salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del evangelio.

La alegría del evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie. La Iglesia debe de ir a todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo (ver Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium EG 23, Papa Francisco).

La Iglesia que está encerrada en los escritorios, en las sacristías se ha convertido en un fósil, en una tumba, en un sepulcro. Jesús ha salido de la tumba, del sepulcro y nos invita hacer lo mismo.

La Iglesia cuando está encerrada se enferma, parece un hospital; en cambio cuando sale se desempolva, respira aire nuevo y sabe buscar a los demás, sin importar su estado social, moral e ideológico.

La Iglesia cuando está encerrada se centra en sí misma, se piensa y se cree absoluta; en cambio cuando sale ya hay un movimiento, busca el diálogo con todos.

La Iglesia cuando está enclaustrada, sigue siendo una Iglesia jerárquica que provoca desigualdades, camina a veces a espaldas de los demás; en cambio cuando sale hace que todos seamos verdadero pueblo de Dios, busca la fraternidad, la hermandad. Así que el pastor va en busca de las ovejas y es misericordioso con ellas.

La Iglesia que vive aislada sólo se preocupa de aplicar normas, cayendo en un legalismo, en cambio cuando está de salida sabe atender benignamente las necesidades reales de los fieles porque ya las ha escuchado y vivido. De tal manera que vive en la caridad porque ve las periferias existenciales que son centro de la fe.

La Iglesia cuando se aísla, lo hace porque está sumergida en el poder sagrado, en el confort, en el placer, en la vida cómoda, en la jactancia de…las cosas efímeras, búsqueda de honores, acumulación de dinero; en cambio la Iglesia de salida es servidora, es profética, está atenta a los sufrimientos y miseria humana. Es solícita con los pobres, los escucha, atiende, abraza y los defiende.

La Iglesia cuando está distante forma parte de los poderes fácticos, se hace su aliado, viviendo de manera diversa el evangelio y hace que las víctimas sigan acrecentándose; en cambio cuando está de salida sabe cuáles son las causas de las injusticias, dialoga con los actores de ello y busca alternativas para una vida mejor.

La Iglesia cuando está sólo al pendiente de sus ritos, devociones, etc. tiene cara de los programas televisivos, tiene cara de vinagre, de viernes santo; en cambio cuando está de salida se compromete con la justicia social, con la liberación de los oprimidos. Cuando la Iglesia sale anuncia la verdadera paz traída por el Señor resucitado, anuncia el gozo del evangelio, la fe, esperanza y la misericordia (ver EG).

El éxodo de la Iglesia es un don, es un dinamismo de comunión, es caminar con y junto de, es sembrar e ir siempre más allá (EG 21), es ser luz, sal, fermento de levadura. El Papa prefiere una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad (EG 49).  

SEGUNDA REFLEXIÓN
SIGNOS DE LA RESURRECCIÓN

Encerrados por miedo a los judíos
Si Jesús no hubiera muerto, no tendría sentido que los discípulos se escondieran. El hecho de estar encerrado indica que están siendo perseguidos por anunciar a Jesús que está vivo, al cual los judíos le dieron muerte clavándolo en una cruz. Están encerrados para evitar la intromisión de personas que se consideran enemigos de ellos.

La presencia de Jesús en medio de ellos y les muestra manos y el costado.
Jesús resucitado tiene un cuerpo totalmente diferente al nuestro, se trata de un cuerpo glorioso, al grado de que tiene la capacidad de poder atravesar paredes. Así que estando los discípulos con las puertas cerradas, Él rebasa esta seguridad, se les aparece y se coloca en medio de ellos; tomando así un signo de Maestro al cual deben de escuchar.

No se sabe porque Tomás no estaba en ese momento, pero el resto de los discípulos sí están presentes, en el lugar en que se les apareció y que probablemente pudo haber sido el cenáculo. Los discípulos están aterrados, desesperados, angustiados, su corazón está turbado y dudan de su presencia; de tal manera que Jesús consciente de esta realidad toma la iniciativa de mostrarles las manos y el costado para evitar incertidumbres.

El mensaje de paz
La paz es un don divino, ya que su estado actual es de angustia, temor, incertidumbre, desesperanza. La paz es un distintivo de los discípulos del Señor, los cuales son los primeros en recibir este don, pero es una encomienda que tienen que llevar a los demás.

“Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se les perdonen, les quedarán sin perdonar”
El Espíritu es la presencia íntima de Dios y regalo de Cristo resucitado para dar vida eterna. El poder o facultad para perdonar es un don que se concede a los discípulos, los cuales lo llevarán y creerán en Él, gracias a la misión que van a realizar. Esto es algo nuevo porque el que perdona es Dios, pero ahora ellos estarán capacitados para dar paz, a través del perdón y también darán la misma vida divina.

Les mostró su cuerpo a Tomás y le dijo: “aquí están mis manos, acerca tu dedo. Trae tu mano, métela en mi costado…”
El cuerpo glorioso del resucitado, es similar al cuerpo que ha sido traspasado por los clavos y la lanza. Este cuerpo glorioso es el mismo cuerpo de Jesús que había sido llagado. Así que el crucificado es el resucitado.

El discípulo incrédulo es reprendido ya que exige un signo para dar crédito a lo que sus hermanos han visto, sin embargo la palabra de ellos no le es suficiente. A los ocho días se presenta Jesús para confirmarlo en la fe y le muestra la identidad entre el crucificado y el resucitado.

La presencia del resucitado, ahora se manifestará en una exhortación en convertirse en creyente. Al grado de que su confesión de fe, afirmará un título cristológico diciendo: “Señor mío y Dios mío”.

Aspectos prácticos:
1.    La alegría de la resurrección del Señor, no se puede quedar encerrado en cada persona, ni en las estructuras; es necesario que este gozo salga de sí mismo, que salga de los lugares en que tenemos enclaustrado al Señor. El evangelio se tiene que anunciar a todos para llevar júbilo a la vida de muchas personas abatidas, ya que la evangelización es tarea de la Iglesia.

2.    Jesús está presente entre nosotros en varios lugares, a saber: la Eucaristía, en la comunidad reunida, en el sacramento de la reconciliación, en la persona del sacerdote, en la oración, en los pobres, etc. pidámosle que nos dé la gracia necesaria para reconocerlo.

3.    En este domingo un mensaje claro que nos da Jesús resucitado es la paz. Nuestro país está necesitado de este valor, es indispensable que desde nuestros hogares, la escuela, la Iglesia y la sociedad se inculque y se trabaje por ella.

4.    Los sacramentos fueron instituidos por el Señor Jesús. El evangelio de este domingo nos deja claro que el sacramento de la reconciliación es un don de Dios y que lo ha dejado a su Iglesia, pero se lo ha confiado a sus discípulos, actualmente a los sacerdotes. Cada fiel cuando se confiesa experimenta la paz que nos ha traído el señor resucitado.

5.   Somos muchos los que seguimos dudando de la existencia de Dios, dudamos de su amor, dudamos de su presencia real en la Eucaristía, dudamos de su misericordia en la confesión dada por el sacerdote, etc. seguimos pidiendo signos para ver y creer. Que insensatos y duros de corazón somos para creer en el resucitado. Roguemos a Dios para que abra mi entendimiento y me dé un corazón de carne, para aceptar su mensaje a través de sus actuales discípulos y reconocerlo en dónde Él está.


Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario
Diócesis de Tuxpan





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