REFLEXIÓN DEL DOMINGO DE RAMOS
ENTRADA TRIUNFAL
DE JESÚS COMO REY
Is 50, 4-7; Sal
21; Flp 2, 6-11; Mt 26, 14-27, 66
Semana santa,
Ciclo A
9 de abril de 2017
Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario
Diócesis de Tuxpan
1.
¿Qué
es el domingo de ramos?
1.1 Es el último domingo de la cuaresma e
inicio de la semana santa.
La cuaresma es un tiempo de gracia y bendición que se
inicia con el ayuno, oración y la caridad. Estos gestos de piedad contribuyen
al fortalecimiento de la fe en Dios, para vencer las tentaciones y llegar plenos
a vivir la semana santa, camino que conduce a la pascua del Señor.
Con la celebración del
domingo de ramos se da inicio a la semana santa. Es curioso llamar “santa” a
una semana. Normalmente se le denomina “santo (a)” a las personas que han
vivido extraordinariamente su fe. Llamar así a una semana está indicando que
hay algo grande que va acontecer. Precisamente con el domingo de ramos se da
inicio a la escucha, meditación y vivencia de los misterios de la pasión,
muerte y resurrección del Señor.
Hace unos ayeres, nuestros
mayores guardaban un respeto profundo a estos días santos. Ejemplo: asistían
como familia a los actos litúrgicos, había mucho recogimiento... Estas
actividades y otras actividades se hacían para vivir con fe y devoción estas
celebraciones.
El sentido de Dios en
estos últimos años se ha perdido. Ahora la semana santa se ha convertido en un
folclor, en una oferta del mercado con demasiadas diversiones y opciones
lúdicas.
1.2 Es la entrada triunfal de Jesús a
Jerusalén.
El domingo de ramos es el
pórtico de la semana santa, precisamente Él se encuentra en la puerta de
entrada de Jerusalén. Ahí inicia su procesión hacia la pasión, muerte y
resurrección. Su entrada es una entronización mesiánica, ya anunciada, así lo pone
de manifiesto el salmo, cuando dice: “Se escuchan gritos de júbilo y victoria
en las tiendas de los vencedores… ¡Ábranme las puertas del triunfo, entraré
para dar gracias al Señor! Esta es la puerta del Señor, los vencedores entrarán
por ella” (Sal 118, 15.19-20). Es también una procesión anunciada: “Comiencen
la procesión con ramos hasta el altar” (Sal 118, 27).
Es una entrada triunfal
donde no hay soldados, sino enfermos, niños y gente sencilla que le aclama:
¡Hosanna! ¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Hosanna en el cielo! No hay espadas, sino ramos, ni hay alfombras, sino un
tapete hecho con los mantos; no hay carruajes, ni un corcel, sino un burrito,
el cortejo que lo acompaña es la comunidad.
1.3 Es la proclamación de Jesús como rey
y centro de nuestras vidas.
La entrada triunfal, es
la llegada de un reino de amor, justicia, paz, etc. inaugurado por el Rey de
reyes. Su reino no es de este mundo, pero está en este mundo y es diferente a
los de aquí. Los signos hablan como es su manera de gobernar. Al entrar en
burrito, indica: paz, mansedumbre, docilidad, humildad. Al no montar un caballo
brioso, está indicando que no viene a dominar, oprimir, imponer, sino a servir.
El texto de los
filipenses dice: “Cristo, Jesús, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse
a las prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se
anonado a sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los
hombres. Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó
incluso la muerte, y una muerte de cruz”.
El reinado de Jesús está
en la cruz, su manera de guiar es el amor y desde ahí reina en el corazón de
cada discípulo.
1.4 Es el reconocimiento de la Iglesia
que peregrina hacia la pascua y hacia la casa del Padre.
La
Iglesia es y se reconoce peregrina en este mundo; se siguen los pasos y las huellas
del Maestro. El discípulo es tal porque va detrás del Señor, aprendiendo todo
de Él. Mientras se vive en este mundo se avanza a una tierra prometida que mana
leche y miel. Y, cada quien camina con la mirada fija a dónde Él está.
Cuarenta
días se han caminado con el objetivo claro de llegar a celebrar la pascua. En
la maleta de viaje se lleva la oración, la limosna y el ayuno para vencer las
testaciones guiados por el Espíritu de Dios (oración y ayuno), se ha
transfigurado la mente, corazón y acciones, para ser luz y vivir como hijos de
la luz, calmando la sed profunda, sobre todo reviviendo las esperanzas, la fe y
el amor a Dios.
Durante
el caminar, se corre el riesgo de caerse, perder la ruta o desviarse de la
misma. No se debe de olvidar que el Cristo es el camino, la verdad y la vida.
Transitar por sus senderos es camino seguro. Mientras se peregrina hay caídas y
es deber levantarse y ayudar a otros a continuar el camino.
El
querer tener despojando a otros de sus bienes, no es grato a Dios, el tener de
manera lícita y no compartir con los que van caminando con nosotros y están
necesitados tampoco es grato al Señor. Dios quiere que a la meta lleguemos
todos, aquí no interesa tanto quien llega primero o después, sino lo importante
es llegar y permitir que los demás también avancen y puedan llegar. No es
válido poner obstáculos a otros, al contrario hay que ayudar para que avancen y
pueda llegar.
Cuando
uno llega a la meta hay un inmenso gozo, porque valió la pena el sacrifico, el
cansancio, el caerse y volver levantarse para continuar el camino. La alegría
no es sólo tuya, sino que también te debes de alegrar cuando otro llegue a la
meta igual que tú. No hay que olvidar que todo bien proviene del Señor. Él, es
dueño de todo. Cada uno es administrador y se le debe de agradecerle cada día y
pedir su bendición.
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