REFLEXIÓN DEL XX DOMINGO ORDINARIO


¿QUÉ GRANDE ES TU FE?
Is 56, 1.6-7; Sal 66; Rom 11, 13-15.29-32; Mt 15, 21-28
XX Domingo ordinario, Ciclo A
20 de agosto de 2017

Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario
Diócesis de Tuxpan

El episodio del evangelio, de momento, causa una sensación extraña. Se nota a Jesús como indiferente, sin ternura, ni compasión. Lo más sensato es ver todo el texto en su contexto para comprender mejor dicha actitud, a saber:

1.      Los pueblos extranjeros vendrán a la casa de Dios.

Dentro del judaísmo se tiene firmemente la idea de que ellos son un pueblo elegido y están en lo cierto; y, bajo esta consigna ningún otro pueblo puede llegar a conocer, ni acercarse a Dios. Sin embargo, Isaías (56, 1ss) dice: “Los extranjeros que se han adherido al Señor para servirlo, amarlo y darle culto…los conduciré a mi monte santo y los llenaré de mi alegría”.

Estos extranjeros son toda la humanidad, son aquellos que no pertenecen a la raza de Abraham, ni Moisés. ¿Cómo entrarán en contacto con Dios todos estos pueblos?

2.      ¿Bajo qué intención te acercas a Jesús?

El evangelio expresa que Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón, éstas son ciudades poderosas, pertenecientes a los fenicios y no eran parte del pueblo de Dios. La mujer que se acerca es cirofenicia. No son parte del pueblo de Dios, no sabe de mandamientos, alianza, ritos de pureza, respeto del sábado, etc. Lo que si sabe es que su hija sufre porque está endemoniada y necesita ayuda.

La mujer cananea se le acerca a Jesús para suplicarle que tenga compasión de ella, porque su hija está atormentada. Jesús no contesta nada, está en silencio, su respuesta se aplaza. Los discípulos insisten que la atienda. La intención de Jesús de momento no es tan comprensible, pero si actúa así es porque Él sabe que la mujer es idólatra. Así son los cananeos, por eso no hay respuesta.

Ella ha buscado a Jesús bajo otra intención. Es muy probable que ya se haya acercado a otras personas no indicadas, porque en su desesperación deseaba que su hija se sanara y por eso se acerca a Jesús con esta intención. Se le ha acercado a Él como si fuera un curandero, un chamán, como si fuera un cualquiera. Ya que en la ciudad de Tiro recibían toda clase de cultos por medio de los navegantes, concretamente de los fenicios.

Ella busca a Jesús no como el enviado del Padre, no como Aquel que curaba a las personas de toda clase de enfermedad (física y espiritual). Como Aquel que cura a todo el hombre. Momentáneamente ve a Jesús como un simple hombre y no como su Señor.

3.      Las curaciones no son solución a la enfermedad, son un signo de un plan de salvación.

La mujer cananea cuando se acerca a Jesús lo llama “Señor” e “hijo de David”, estos títulos son sorpresivos en labios de una pagana, ¿por qué los usa? Bajo dos posibles razones: en primer lugar, ha escuchado hablar de Él porque su fama se va extendiendo. En segundo lugar, como una forma estratégica para tratar de cautivar a Jesús.

Ser Señor e hijo de David es afirmar que “Si tú eres el Mesías, ten piedad de mí”. Sin embargo, la óptica sigue siendo de un pagano. La diferencia entre la fe y la magia consiste en que la fe es ponernos en las manos de Dios, es decirle: “hágase tu voluntad”; mientras que lo mágico es poner en tus manos todo (Dios y demás cosas). Es idolatrar tu propia voluntad (salud, dinero, amor y trabajo).

Lo que Jesús quiere es qué lo descubran cómo lo que Él es. El no cura para dejar de sufrir; sus milagros o curaciones no son soluciones a tal padecimiento físico. Lo principal, es que en la enfermedad y en el alivio de ella se descubra que la misericordia no muere. Es descubrir su plan de salvación y entrar en alianza con Él. Claro está que todas aquellas personas que Jesús sanó, es muy probable que en otras ocasiones se hayan enfermado.

4.      Las curaciones se dan por fe y humildad.

Jesús afirma rotundamente que Él ha venido sólo para las ovejas descarriadas de la casa de Israel. Atender a paganos es como si el pan de los hijos se lo echan a los perritos. Tal exclamación cala. Es un desafío. Es brindarle la oportunidad a la mujer para que lo descubra como su Señor, como Hijo de David, como el Pan verdadero, el alimento y medicina para curar toda enfermedad y dolencia.

La mujer exclama: “Señor, pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Aceptar “ser un perrito” es un acto de humildad, no es una ofensa de Jesús, sino que le expresa que son como un “cachorro” o “mascota”, es decir alguien de menor grado y que el Pan para los hijos (familia) es uno y el pan para los pequeños o mascotas es otro.

Ser un “cachorro” es comer lo que cae de la mesa del pueblo elegido. El pan de la alianza, pan de Israel, es lo que yo necesito. Ahora bien, cuándo se une la fe (reconocer a Jesús como lo que es) y la humildad (aceptar lo que es y lo que no es) se realiza el milagro (su hija es sanada del mal).

Por tanto, Jesús le dice: “Mujer, ¡qué grande es tu fe”!. Cuando se he depositado la confianza en Dios y cuando se ha abajado. Todo es posible. Lo que te sana es la fe y la humildad, eso hace cambiar tu vida. 

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