REFLEXIÓN DEL XIV DOMINGO ORDINARIO
DEBILIDAD DIVINA Y
DEBILIDAD HUMANA
Za 9, 9-10; Sal
144; Rom 8, 9.11-13; Mt 11, 25-30
XIV domingo del
tiempo ordinario, Ciclo A
9 de julio de 2017
Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario
Diócesis de Tuxpan
Dios se revela de muchas
maneras, una de ellas fue en el monte Sinaí a Moisés (ley), la cual se dio de manera
portentosa. Sin embargo, con la llegada de su Hijo Jesús (encarnación) da un
giro radical; porque la Palabra eterna se ha hecho pequeña, tan pequeña como
para estar en un pesebre. Se ha hecho niño para que la Palabra esté a nuestro
alcance. Ahora la Palabra no sólo se puede oír, no sólo tiene voz, sino que
tiene un rostro que podemos ver: Jesús de Nazaret.
1.
Dios
se manifiesta en los pequeños.
El santo evangelio en
este domingo afirma: “¡Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado
a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien.
Actualmente llama mucho
la atención lo espectacular, majestuoso, portentoso porque detrás de ello se
refleja el mundo del tener, del poder, se nota sobre manera aquello que se
desea imponer. Pero, no hay que olvidar que detrás de eso espectacular, siempre
hay flaqueza, debilidad. Dicho en términos bíblicos: “cuando soy débil soy
fuerte” y a la inversa “cuando soy fuerte soy débil”. En el refrán popular se
dice: “dime de que presumes y te diré de que careces”. Así que lo imponente usa
ese recurso porque no es del todo fuerte, es más débil de lo que piensa y hace
ver su debilidad de esa manera, aunque de momento se refleja y se hace a base
de sometimientos.
Por otra parte, Dios puede
usar lo fuerte porque en realidad Él es Todopoderoso, sin embargo se manifiesta
en lo débil, en lo pequeño ante los ojos del mundo, para enseñarle a los del mundo
que la grandeza está en lo más pequeño.
2.
Debilidad
de Dios y debilidad del hombre.
Dios sabe que el ser
humano cuando está colmado del saber, poder y tener, en muchas de las veces se
concentra más en eso que tiene y desplaza al Creador. Confía más en sí mismo
que en Dios. Ejemplo: se enaltece alguien por cantar, escribir, trabajar, pelar
papas, etc.
De tal manera que Dios, a
ver ese orgullo humano tan ensordecedor, le cambia la estrategia y hace que su
grandeza (divina) se manifiesta en lo debilidad (encarnación y toda su vida),
para que en la debilidad del hombre (polvo -humildad-) se manifiesta la
grandeza a la que está llamado (santidad).
El Señor le dijo a Pablo:
“Mi gracia te basta, que mi fuerza se realiza en la flaqueza…por eso me
complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las
persecuciones y en las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando soy débil,
entonces soy más fuerte” (2 Cor 12, 7ss).
Por tanto, lo que más nos
une a Cristo no es lo fuerte que hay en ti, sino lo débil que vives tú. Porque
precisamente en aquellas flaquezas que tienes esas son el camino que te une con
Cristo. Las llagas que tienes, son las que te unen con Jesús; la cruz que
cargas, es la que te pone en sintonía con Cristo. Esas debilidades de Cristo y
debilidades humanas son la grandeza divina y son el camino para que el ser
humano sea cada día más grande.
Nos
preguntamos: ¿Has desplazado a Dios por confiar más en
tus debilidades (saber, poder y tener)? ¿Estas contento de tener debilidades o
te quejas de ellas? ¿Te has dado cuenta de que tu debilidad es la ruta para
ponerte en sintonía con Dios? ¿Cuáles son tus flaquezas? ¿Te has acercado a los
pequeños para aprender de ellos la grandeza a la que Dios te invita?
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