REFLEXIÓN DEL DOMINGO XX ORDINARIO


HE VENIDO A TRAER FUEGO
Jer 38, 4-6.8-10; Sal 39; Heb 12, 1-4; Lc 12, 49-53
Domingo XX del tiempo ordinario, ciclo c
14 de agosto de 2016

Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario
Diócesis de Tuxpan

Introducción

No hay que olvidar que el texto de Lucas nos presenta a Jesús como un itinerante y va hacia Jerusalén. Él ha tomado esa firme determinación y su caminar es una continua enseñanza para sus discípulos. Ahora nos da otra gran lección.

He venido a traer fuego a la tierra ¡Y cuanto desearía que estuviera ya ardiendo!

Normalmente el fuego está relacionado con algo que extermina, que destruye, que pulveriza todo. Sin embargo, en el ambiente bíblico está relacionado con aquello que purifica. Es necesario que la humanidad sea acrisolada por el fuego divino. Éste fuego pasa también por el bautismo, pero no el de agua, sino el de sangre. Así que pasar por el fuego es pasar por la muerte y resurrección. Éste fuego indudablemente que debe de transformar a los seguidores de Jesús.

No he venido a traer la paz, sino la guerra.

Interpretar literalmente la Biblia, nos puede conducir a errores. Así que una interpretación precipitada, va a conducir a una desviación del sentido original del texto y del mensaje de Jesús. Es necesario indagar en qué sentido Jesús expreso este mensaje.
¿Entonces de qué manera se debe de entender este texto? Hay que recordar que la Sagrada Escritura tiene géneros literarios y uno de ellos es la paradoja, pues Jesús es el príncipe de la paz, pero ahora afirma que no ha venido a traer la paz, sino la guerra.

El seguimiento, o ser discípulo de Él conlleva muchas implicaciones:
·        
  • Es negarse a sí mismo, tomar la cruz y seguirle
  •  Es renunciar a: familia, amigos, tierras, patria, etc.
  • Es tomar el arado y no mirar hacia atrás.
  • Es recordar que las zorras tienen madrigueras y el hijo del nombre no tienen donde reclinar la cabeza.
Esto y algo más provoca una no comprensión de parte de algunos y por ello se le tacha de loco, endemoniado, amigo de pecadores, etc. esto trae como consecuencia una división; es decir hay quienes estén dispuesto a seguirlo y hay quienes no. Esta división trae una guerra, es decir luchas constantes de pensamiento y de comportamientos. Esta división o guerra es el resultado de una decisión tomada por un discípulo que está dispuesto a seguirle o alguien que no está en condiciones para ser tal.

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