REFLEXIÓN DEL CUARTO DOMINGO DE CUARESMA


ENTRAR EN LA CASA DEL PADRE
JOS 5, 9.10-12; Sal 33; 2 Cor 5, 17-21; Lc 15, 1-3.11-32
IV domingo de cuaresma, ciclo c
6 de marzo de 2016

La parábola del hijo prodigo o del padre misericordioso es un texto que contiene una gran riqueza espiritual inagotable, se puede analizar o reflexionar desde varios aspectos y siempre que la escuchemos y la meditemos tendrá mucho que enseñarnos.
Estar lejos de la casa
El texto nos narra que los dos hijos se encuentran en el campo.
“Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos”.
“El hijo mayor estaba en el campo y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos”.

Esto indica que el hijo menor llegó ahí, por la vida libertina que llevaba. El hijo mayor está en el campo porque se encontraba trabajando. Lo cierto es que los dos han llegado y están en el campo. Pero… ¿Qué significa la palabra campo? Es la experiencia del pecado, es estar lejos de Dios, es estar distante de la casa del Padre. Así por ejemplo:
“La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo” (ver Gen 3,1) “y cuando estaban en el campo se lanzó Caín contra su hermano Abel y lo mató” (ver Gén 4,8). “Les amargaron la vida con rudos trabajos de arcilla y ladrillos, con toda suerte de labores del campo” (Ver Éx 1,14).

Es curioso ver en el texto que los hermanos no muestran signos de fraternidad. Cuando el hijo menor pide la herencia no piensa en su hermano, piensa sólo en sí mismo. Cuando el hijo mayor se da cuenta que su hermano ha regresado, el mayor se dirige a su padre de esta manera: “pero eso sí, viene ese hijo tuyo…” el pronombre demostrativo (ese) es una manera de no reconocer la fraternidad por eso dice: ese hijo tuyo, no dice ha vuelto mi hermano. Ni siquiera no reconoce como tal. Si no que es hijo de su padre, pero no hermano de él. Así es el pecado, se desconocer la hermandad o fraternidad.

Otros elementos en común
El hijo mayor está trabajando. Esto indica que en la casa del padre hay que trabajar. Pero los dos están trabajando, uno porque la vida libertina lo llevó hasta allá y el otro como trabajador en su casa. Así que, ambos son asalariados, es decir buscan una retribución por su trabajo. El que cuida los cerdos, pero también el que está en la casa trabajando.

Ser asalariado es ser calculador, es medir un interés, es esperar una recompensa por lo que simplemente se hizo, pero a la vez es negar la misericordia de Dios, la entrega absoluta de su amor. Ser asalariado es ser entonces un trabajador, pero es negar ser un hijo y un hermano.

Por eso el hijo menor expresa a su regreso: “ya no merezco llamarme hijo tuyo”. El mayor en cambio dice: “¡hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca un cabrito para comérmelo con mis amigos!”. Aquí hay dos cosas: una, que siempre ha obedecido por lo mismo merece algo, es decir espera una retribución, un salario, es decir su relación hacia el padre no la ve como tal, sino como un trabajador. No espera todo el amor de su padre, sino que espera una simple recompensa. Por otra parte, al hacer la petición de un cabrito y querer comérselo, nunca incluye ni a su padre, ni a su hermano, sino que está pensando sólo en sus amigos, para él lo más importante no es la relación filial, ni fraterna, sino la amistad. Así que, para el hijo mayor la relación hacia su padre y hacia su hermano pasa a segundo nivel; los niega rotundamente.

Pero no sólo niega a su padre y a su hermano, sino que todavía cuestiona a su padre por qué ha recibido al que despilfarró su dinero con malas mujeres.

El rostro del Padre
El primer lugar, el padre trata a los hijos como lo que son: hijos. Por eso le dice al hijo mayor. “hijo tu siempre estás conmigo”. Le hace ver una relación paternal y filial, pero también le hace ver una relación fraternal cuando le dice: “este hermano tuyo estaba muerto”.

Además, el padre le manifiesta al hijo mayor que no tiene que pedir nada, porque “todo lo mío es tuyo”. El padre no es un calculador, dar sólo por medidas. El padre da sin medida, todo es tuyo, el comparte todo. Ser padre es tener una relación de amor, de ternura, compasión y sin reservas de nada, es darse totalmente.

Fiesta en la casa del padre
¿Por qué el hijo mayor cuando volvió del campo y escuchó la música y los cantos no entró a la casa? ¿Por qué envía a un trabajador? Porque hay una indignación. Por su parte, el texto a través del trabajador le hace ver al hijo mayor las dos relaciones necesarias para entrar a la casa del padre.
            “Tu hermano ha regresado”
            “Tu padre mandó matar el becerro gordo”.
Entrar en la casa es reconocernos aquí como hermanos y ver al padre como tal.

El hijo mayor no quiere entrar porque ya vive en un país lejano, es decir vive ya sin su padre, aunque está cerca de él. Estar lejos, es vivir de manera cómoda, libertina; estar lejos es vivir distante del padre, es estar separado de él.

Sin embargo, el padre lo quiere traer de regreso, quiere iniciar con él un nuevo comienzo.

Por otra parte, ¿por qué el padre inicia la fiesta sin la presencia del hijo mayor? Porque la fiesta surge de la compasión, surge de la alegría abundante, surge de la misericordia absoluta del padre.  El padre no puede esperar nada. La fiesta no puede someterse a la voluntad del hijo mayor, es decir el padre no está para realizar caprichos, ni someterse a nuestras voluntades. Para la realización de la fiesta baste que un pecador regrese y habrá fiesta en el cielo.

En cambio, al hijo mayor tendrá la opción de entrar o no, él debe decidir si participa de la fiesta o se ve privado de ella.
Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario

Diócesis de Tuxpan

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