Reflexión del Segundo Domingo del tiempo Ordinario
JESÚS EN UNA BODA EN CANÁ
Is 62,1-5; Sal 95; 1 Cor 12,4-11; Jn 2,1-11
II domingo del tiempo ordinario, ciclo c
17 de enero de 2016
Ubicación del texto de Jn 2,1-11
Este texto del milagro en las bodas de Caná de Galilea cierra el ciclo de siete días en que Juan sitúa la obra recreadora de Cristo, en comparación con la obra creadora de siete días narrada en el Génesis.
Las relaciones de amistad y de parentesco, son la razón por la cual María está presente en la boda. El texto hace suponer que ella ya estaba ahí cuando Jesús llegó; si no se menciona a José, esto da a entender que es muy probable que ya haya muerto. Cuando Jesús llegó a Caná recibe la invitación junto con sus discípulos para participar del banquete.
Las bodas son realizadas en varios días y comienzan al oscurecer del día. La novia es conducida a la casa del esposo, es acompañada por un cortejo de jóvenes e invitados y se suma el pueblo.
Los menesteres de la cocina y del banquete son atendidos por las hermanas, familiares y amigas. María es tan familiar con ese hogar que tiene una gran participación. El vino es muy importante ya que significa la alegría. Es muy probable que la fiesta y el banquete ya llevaba algunos días celebrándose, pero van llegando nuevos comensales, tanto que las provisiones del vino está faltando.
Lo más trágico para el novio es que estando presente Jesús, el vino llegó a faltar y esto es una desdicha. Además puede ser que también ya estarían al final de la fiesta y por eso ya no hay vino.
Es justamente aquí, cuando se nota la intervención de María. Es entendible entonces que como invitada de la familia, prestara un servicio en los menesteres de la cocina. De tal manera que ella pudo informarse a tiempo de la situación crítica que estaba a punto de suceder, antes de se trasladara a los invitados. Lo que si es cierto que ni el mismo encargado de la fiesta lo sabía. Ella discretamente se lo dice a su Hijo, diciéndole: “no tienen vino”.
El texto hace ver que María esperaba una intervención especial de su Hijo; por eso les comunica a los servidores una orden, pero también un consejo: “hagan lo que Él les diga”. Esto hace entender que María tiene un conocimiento especial y excepcional de su Hijo. Esta cercanía de Ella hacia los servidores deja ver la familiaridad de ella con aquel hogar.
Por otra parte, el total de capacidad de las “tinajas” es de 600 litros, lo cual es algo de gran volumen. Se trata entonces de una fiesta de gran número de participantes y de una familia destacada y/o pudiente.
El milagro se da sin ninguna majestuosidad, sin comentarios ni adornos. Jesús se dirige a los servidores y les pide que llenen las ánforas y lo hicieron hasta el tope. Ellos obedecen a Jesús y llevan al encargado de la fiesta el agua convertida en vino. Los servidores ya presenciaron el milagro, pero no dicen nada al encargado de la fiesta. Se aguardan la sorpresa. Aquel no sabe nada de lo que ha pasado. De tal manera que al llamar al novio le advierte (porque él es el responsable de la buena marcha de la fiesta) que el vino bueno se sirve al principio, porque es en este momento cuando se puede apreciar y degustar su calidad, porque cuando ya están embriagados se ofrece el de menor calidad o también no se presta mayor atención al refinamiento de la bebida.
Tal parece que aquí sucedió lo contrario, es decir el vino mejor se sirvió hasta el final.
Por último, no es fácil determinar si este milagro fue el primero de muchos en Caná o fue el primero de su vida pública.
JESÚS, EL VINO NUEVO DE LA ALEGRÍA
Signos en la boda de Caná
El evangelio de san Juan desde el capítulo 2 hasta el capítulo 12 es llamado como el “libro de los signos”. Así que la escena de la boda de Caná está llena de signos. El número 7 es la perfección en la Sagrada Escritura, en cambio las 6 tinajas representan la imperfección de una ley y una vida árida, que cansa y se agota. El agua es signo de la vida y que se convierte en gozo. La boda significa la alianza de Dios con su pueblo. El vino es el signo de la alegría que no puede faltar en un matrimonio. María es modelo de intercesión (para los matrimonios) y el resto fiel del pueblo de Dios. El invitado se convirtió en anfitrión, devolviendo la felicidad en donde hay tristeza.
El vino signo de alegría
El vino es medicina en la enfermedad, consuelo en el dolor, está relacionado con una festividad y es signo de alegría (cfr. Sal 104, 15). Es por eso, que no puede faltar en los banquetes o celebraciones especiales. Además poseer una viña es signo de abundancia (Am 9,14), tranquilidad en el sustento y signo de prosperidad. Sin embargo esta felicidad es momentánea, es pasajera, es imperfecta. Beber vino es tomar conciencia de lo pasajero que es la felicidad (alegría) en esta vida. Carecer de él en una festividad es desgracia, es no ser previsor, es tener y no ser plenamente alegre.
Cristo el vino nuevo
Signo sacramental. La presencia de Jesús en la boda no es para disfrutar de una parranda, de hecho lo critican y le dicen que es bebedor y comilón. La presencia de Él es para santificar la unión entre el hombre y la mujer y elevarla a sacramento. Él es un signo sacramental. Que se complementa con el gesto de convertir el agua en vino (especie eucarística).
Signo pneumático. Indudablemente que hay una novedad, un gesto innovador. Las tinajas representan las abluciones para las purificaciones de los judíos. Sin embargo, la sustitución de lo viejo por lo nuevo habla de un nuevo nacimiento, es la instauración de una vida nueva traída e inaugurada por Cristo, es el abandono a la ley y vivir en el mandamiento del amor. Es la una inauguración del Reino. Es la vida que da el Espíritu (signo pnuma-Espíritu). Por tanto, la ley es incompetente, está carente de lo vital para las bodas mesiánicas. De tal manera, que si Jesús convierte el agua en vino, no es para sustituir la ley, sino para darle perfección. Así que la ley es letra muerta, mientras que el Espíritu es el que da vida nueva a la ley. De ahí que el odre nuevo exige un vino nuevo (cfr. Mt 9, 17).
En definitiva, la presencia de Jesús es inaugurar una vida nueva. Las creencias y normas religiosas son buenas, pero en ocasiones, si no están impregnadas de amor se vuelven crueles. Cristo nos trae la salvación, su Reino, su amor, su vida misma. Él es el vino nuevo de nuestra alegría. El vino nuevo que nos quiere dar es su Espíritu, desea que nos embriaguemos de Él para hacer de nuestra vida una acción renovadora y vivificante.
Aspectos prácticos.
La vida matrimonial pasa momento agradables, pero también momentos tristes, que se pueden prolongar por meses o años. En nuestra Diócesis hay muchos que han perdido el gozo del matrimonio, ya que se ha separado o viven mal, es necesario redescubrir porque se ha perdido esa alegría.
Pienso que muchos nos hemos olvidado de Jesús, probablemente nunca lo invitamos a que forme parte de nuestra vida matrimonial. Hacerlo a un lado es querer vivir en la aridez, en un gozo efímero-temporal. La centralidad de una felicidad plena es Jesús.
Aquellos matrimonios que están pasando momentos de tristeza, de penumbras, porque se les acabó el vino, recuerden que María nos educa para saber escuchar y obedecer a su Hijo, porque sólo Él puede transformar la tristeza en gozo. Sin embargo, nos invita a que hagamos lo que Él nos dice.
REFLEXIÓN DE LA PRIMERA LECTURA
JERUSALÉN ESPOSA DE DIOS
Ubicación del texto de Isaías (62,1-5)
El capítulo anterior con éste mantiene una conexión, pues ambos hablan de la salvación para Jerusalén, la cual entra en relación con Dios con un lenguaje esponsal. Los versículos del 1 al 5 contienen dos momentos.
El primer momento está en los versículos del 1 al 3. Se descubre que el profeta está inquieto porque esa salvación o nuevo horizonte lo quiere ya ver. Y afirma que por amor no se callará y no dará reposo; hay un fuego interior que lo abraza hacia los destinos de Jerusalén.
Por otra parte, las promesas de justicia, han de manifestarse como una antorcha encendida e irradiando sobre los otros pueblos. Su situación será tan singular que se le dará un nombre nuevo. Pero esta nueva expresión vendrá de la boca de Dios, porque el profeta no sabe cómo nombrarle o no encuentra la palabra oportuna que exprese la trasformación de Jerusalén y por eso lo deja a la iniciativa divina.
De tal manera que Jerusalén será como una diadema real (resplandeciente) en la mano del Señor,
El segundo momento está en los versículos del 4 al 5. En el versículo 4 se enuncian varios nombres “ya no te llamarán “abandonada”, ni “desolada”. Estos nombres correspondía cuando fue destruida e invadida, pero ahora al entrar bajo una protección especial de Dios serás: “mi complacencia” y a tu tierra, “desposada” y Dios será su esposo.
Esta imagen de esposos es común en los profetas. Lo utiliza Oseas, hoy Isaías, etc. Israel fue esposa de Dios en el desierto por la alianza mosaica; pero por sus infidelidades Dios se separó de ella y la castigó; sin embargo ahora establece una nueva relación y volverá hacer su Esposo.
Jerusalén esposa de Dios
El texto de Isaías tiene la intención de animar y levantar a Jerusalén que viene saliendo del destierro y por ende se ha experimentado triste, abandonada, desolada, etc. sin embargo el profeta le hace ver que Dios es siempre fiel, que Dios ama a su pueblo que Él es su esposo y su tierra es su esposa. La imposición de un nuevo nombre (“mi complacencia” y “desposada”) viene dar un nuevo impulso y es signo de una nueva vida. Este nuevo nombre se dará en la aurora, como signo de un nuevo amanecer y de una nueva vida; en contraste con la noche que es signo de obscuridad y de la vida pasada.
Si las relaciones son nuevas el lenguaje es nuevo, por eso le habla al corazón con un lenguaje, que sólo es propio del corazón: el amor. Este amor que se expresa es esponsal. Así como un joven se desposa con una doncella; así como el esposo se alegra con la esposa, así se alegrará tu Dios contigo. Las palabras a veces son tan cortas para poder expresar la totalidad del amor y resultan inexpresivas en ese sentido. El amor de la juventud es el primer amor, es humano, cálido, tierno, de entrega total, es hondo-profundo y es reflejo de un amor divino. Que rebasa toda capacidad, pero así es el amor de Dios es como de la juventud, tan enamorado que se alegra en vernos.
Cuando uno se siente y se experimenta “amado” hay una gran alegría, vive en la confianza y en la certeza, se siente protegido. La relación es cálida porque el amor se ve, se escucha, se vive y se palpa. Ya no hay cabida para cosas tristes y amargas. El gozo de sentirse amado se refleja en todo el ser de la persona, se ve en la mirada, se escucha en las relaciones humanas, se refleja en la actitud de la persona.
Aspectos prácticos
En nuestra Diócesis es el año de la familia, matrimonio y de la vida. Recomiendo que los novios (que están en trámites matrimonial) nunca dejen de hablarse al corazón, es decir que no abandonen el lenguaje del amor. No sólo en las palabras, sino en el lenguaje corporal (actitudes).
Esposos, la fidelidad es un valor y fue un compromiso ante Dios que si dieron el día en que recibieron el sacramento del matrimonio. Pidámosle siempre Dios que es fiel, les ayude a vivir en este valor.
La separación, surge por el pecado y se experimenta el abandono, la tristeza, angustia, desolación, amargura, odio y muchas otras cosas más. Sólo desde Dios podemos vivir en la alegría de sentirse amado y levantarse de aquel fango en el que se ha caído.
Nunca olvidemos que Dios nos ama, aunque a veces no lo veamos así, pero es real. Cada uno es una diadema real en la mano de Dios, es decir tenemos un valor indescriptible y somos amados por Él.
Pbro. Gilberto Lorenzana González
Formador en el seminario
Diócesis de Tuxpan
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